jueves, 12 de julio de 2012

Te adoro, Dios mío


"Te adoro, Dios mío, santo por dentro como por fuera, santo en las obras como en la esencia. Ninguna criatura puede acercarse a tu incomunicable santidad: eres Tú quien te acercas a cada criatura, la tocas, la envuelves y la penetras, porque nada puede vivir sino en Ti, y nada has creado sino lo que es bueno.

Te adoro porque has creado buena cada cosa según su especie. Te adoro, porque sostienes y conservas todas las cosas con tu poder después de haberlas creado, haciendo que continúen en la existencia y no caigan de nuevo en la nada. Te adoro, porque has concedido a todas el poder de obrar por sí, si bien por medio de Ti y cabe Ti.

Te adoro, porque has concedido a las criaturas racionales desear el bien y la gracia para cumplirlo. Te adoro, porque creaste al hombre en la justicia, la integridad y la gracia, como un ángel en la tierra. Pero te adoro más aún por haberle restituido la gracia en medida tan abundante, por medio de tu Hijo encarnado. En todas tus obras eres santo, Dios mío, y digno de adoración. 

Eres santo en tus obras, oh Señor. El pecado entró en el mundo por obra del enemigo, por obra mía. Al hombre, a mí, me resta la vergüenza de elegir el mal, cuando podía elegir el bien. ¡Qué abismo entre Tú y yo, Creador mío!

Tu cruz, oh Señor, me descubre la distancia existente entre Ti y yo, al mismo tiempo que la anula. La cruz descubre mi pecado y el horror con que lo miras. Enséñame, Señor amable, la doctrina de la cruz enteramente, para que yo pueda no sólo aprender cuán lejos estoy de Ti, sino recibir juntamente la gracia de la reconciliación".

Beato Henry Newman

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