martes, 31 de julio de 2012

Toma, Señor, y recibe toda mi libertad


Toma, Señor, y recibe
toda mi libertad, mi memoria,
mi entendimiento
y toda mi voluntad,
todo mi haber y mi poseer.
Tú me lo diste,
a ti, Señor, lo torno.
Todo es tuyo.
Dispón de todo según tu voluntad.
Dame tu amor y tu gracia,
que ésta me basta. Amén.

San Ignacio de Loyola

lunes, 30 de julio de 2012

Dichosos los misericordiosos


Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Dulce es el nombre de misericordia, hermanos muy amados; y si el nombre es tan dulce, ¿cuánto más no lo será la cosa misma? Todos los hombres la desean, mas, por desgracia, no todos obran de manera que se hagan dignos de ella; todos desean alcanzar misericordia, pero son pocos los que quieren practicarla.

Oh hombre, ¿con qué cara te atreves a pedir, si tú te resistes a dar? Quien desee alcanzar misericordia en el cielo debe él practicarla en este mundo. Y por esto, hermanos muy amados, ya que todos deseamos la misericordia, actuemos de manera que ella llegue a ser nuestro abogado en este mundo, para que nos libre después en el futuro. Hay en el cielo una misericordia, a la cual se llega a través de la misericordia terrena. Dice, en efecto, la Escritura: Señor, tu misericordia llega al cielo.
Existe, pues, una misericordia terrena y humana, otra celestial y divina. ¿Cuál es la misericordia humana? La que consiste en atender a las miserias de los pobres. ¿Cuál es la misericordia divina? Sin duda, la que consiste en el perdón de los pecados. Todo lo que da la misericordia humana en este tiempo de peregrinación se lo devuelve después la misericordia divina en la patria definitiva. Dios, en este mundo, padece frío y hambre en la persona de todos los pobres, como dijo él mismo: Cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis. El mismo Dios que se digna dar en el cielo quiere recibir en la tierra.

¿Cómo somos nosotros, que cuando Dios nos da queremos recibir, y cuando nos pide no le queremos dar? Porque cuando un pobre pasa hambre es Cristo quien pasa necesidad, como dijo él mismo: Tuve hambre, y no me disteis de comer. No apartes, pues, tu mirada de la miseria de los pobres, si quieres esperar confiado el perdón de los pecados. Ahora, hermanos, Cristo pasa hambre, es él quien se digna padecer hambre y sed en la persona de todos los pobres; y lo que reciba aquí en la tierra lo devolverá luego en el cielo.

Os pregunto, hermanos, ¿qué es lo que queréis o buscáis cuando venís a la iglesia? Ciertamente la misericordia. Practicad, pues, la misericordia terrena y recibiréis la misericordia celestial. El pobre te pide a ti, y tú le pides a Dios; aquél un bocado, tú la vida eterna. Da al indigente, y merecerás recibir de Cristo, ya que él ha dicho: Dad y se os dará. No comprendo cómo te atreves a esperar recibir, si tú te niegas a dar. Por esto, cuando vengáis a la iglesia, dad a los pobres la limosna que podáis, según vuestras posibilidades.

San Cesáreo de Arlés

domingo, 29 de julio de 2012

Consagración al Espíritu Santo


Recibid ¡oh Espíritu Santo!, la consagracion perfecta y absoluta de todo mi ser, que os hago en este día para que os dignéis ser en adelante, en cada uno de los instantes de mi vida, en cada una de mis acciones, mi director, mi luz, mi guía, mi fuerza, y todo el amor de mi corazón.


Yo me abandono sin reservas a vuestras divinas operaciones, y quiero ser siempre dócil a vuestras santas inspiraciones. 
 
¡Oh Santo Espíritu! Dignaos formarme con María y en María, según el modelo de vuestro amado Jesús. Gloria al Padre Creador. Gloria al Hijo Redentor. Gloria al Espíritu Santo Santificador. Amén

Cuando Dios nos prueba



¿Pero queréis estar persuadidos que en todo lo que Dios permite, en todo lo que os sucede, sólo se persigue vuestro verdadero interés, vuestra verdadera dicha eterna? Reflexionad un poco en todo lo que ha hecho por vosotros. Ahora estáis en la aflicción; pensad que el autor de ella, es el mismo que ha querido pasar toda su vida en dolores para ahorraros los eternos; que es el mismo que tiene su ángel a vuestro lado, velando bajo su mandato en todos vuestros caminos y aplicándose a apartar todo lo que podría herir vuestro cuerpo o mancillar vuestra alma; pensad que el que os ata a esta pena es el mismo que en nuestros altares no cesa de rogar y de sacrificarse mil veces al día para expiar vuestros crímenes y para apaciguar la cólera de su Padre a medida que le irritáis; que es el que viene a vosotros con tanta bondad en el sacramento de la Eucaristía, el que no tiene mayor placer, que el de conversar con vosotros y el de unirse a vosotros. Tras estas pruebas de amor, ¡qué ingratitud más grande desconfiar de Él, dudar sobre si nos visita para hacernos bien o para perjudicarnos!; ¡Pero me hiere cruelmente, hace pesar su mano sobre mí! ;¿Qué habéis de temer de una mano que ha sido perforada, que se ha dejado clavar a la cruz por vosotros?;¡Me hace caminar por un camino espinoso!;¿Si no hay otro para ir al cielo, desgraciados seréis, si preferís perecer para siempre antes que sufrir por un tiempo! ¿No es éste el mismo camino que ha seguido antes que vosotros y por amor vuestro? ¿Habéis encontrado alguna espina que no haya señalado, que no haya teñido con su sangre? ¡Me presenta un cáliz lleno de amargura! Sí, pero pensad que es vuestro divino Redentor quien os lo presenta; amándoos tanto corno lo hace, ¿podría trataros con rigor si no tuviera una extraordinaria utilidad o una urgente necesidad? Tal vez habéis oído hablar del príncipe que prefirió exponerse a ser envenenado antes que rechazar el brebaje que su médico le había ordenado beber, porque había reconocido siempre en este médico mucha fidelidad y mucha afección a su persona. Y nosotros, cristianos, ¡rechazaremos el cáliz que nos ha preparado nuestro divino Maestro, osaremos ultrajarle hasta ese punto! Os suplico que no olvidéis esta reflexión; si no me equivoco, basta para hacernos amar las disposiciones de la voluntad divina por molestas que nos parezcan. Además, éste es el medio de asegurar infaliblemente nuestra dicha incluso desde esta vida.

San Claudio de la Colombière
 

viernes, 27 de julio de 2012

Junto al Sagrario



• El Señor me ha traído para estar hoy aquí.

• Él me espera y me recibe como estoy y como vengo. El me conoce profundamente. Sabe lo que “HOY” estoy necesitando.
• Voy acallando mis ruidos, voy dando paso al silencio.
• Vengo a descansar junto al Señor.
• Siento su cercanía. El Señor me mira.
• Tomo conciencia de que “El mirar de Dios es amar” – San Juan de la Cruz.

“Cuida tu corazón y escúchalo porque su voz te indica los caminos de vuelta a tu casa, a ese centro de ti mismo, donde eres más tú que en lo que haces o piensas. Ahí encuentras lo único necesario: tu Padre, que está escondido y te infunde su Aliento para que todo tu ser se vaya concertando y haciendo afín con su Hijo. Aprende a estar y a permanecer ahí, a fluir desde su misericordia y apasionarte por su mundo, a respirar el nombre de Jesús como un perfume que se derrama”.

Quédate pidiendo:

“Conocimiento interno de la Misericordia del Corazón de Jesús, para más amarle y seguirle…”

Ahora medita junto a Él:

“¡Soy yo demasiado pequeño para tanta misericordia y tanta fidelidad como has tenido conmigo!” (Gen 32,11).
La invitación para este momento contemplativo, es quedarnos “sintiendo y gustando”, quedándome ante Jesús Eucaristía, que nos revela como dice el Cardenal Dannels, que “La Misericordia es el Fuego que arde en el Corazón de Dios”…

Y me pregunto: ¿Qué he hecho por Cristo? ¿Qué hago por Cristo? ¿Qué debo hacer por Cristo? ¿Qué debo hacer para más amarle y servirle...?

jueves, 26 de julio de 2012

Santo Rosario

"No es posible expresar cuánto estima la Santísima Virgen el Rosario sobre todas las devociones y cuán magnánima es al recompensar a quienes trabajan para predicarlo, establecerlo y cultivarlo."


San Luis Mª Grignion de Montfort

miércoles, 25 de julio de 2012

La viña del alma



Santa Catalina oyó que Dios le decía: "Toda criatura dotada de razón posee en sí misma una viña, la viña de su alma. Esta viña de su alma ha recibido de mí una fuerza tal que no hay demonio ni criatura alguna que se la pueda quitar, si él mismo se opene a ello. Es en el bautismo donde ha recibido esta fuerza, al mismo tiempo que la espada del amor a la virtud y del odio al pecado.

Arrancad, pues, las malas hierbas de los pecados mortales y plantad las virtudes; arrepentíos, tened repugnancia del pecado y amad la virtud; entonces recibiréis los frutos de la sangre de mi Hijo. No podréis recibirlos si no os disponéis para llegar a ser buenos sarmientos unidos a la vid, pues mi Hijo ha dicho: 'Yo soy la verdadera vid, mi Padre es el viñador, y vosotros los sarmientos'. Sí, Yo soy el viñador; soy Yo quien ha plantado la verdadera vid, mi Hijo único, en la tierra de vuestra humanidad para que vosotros, los sarmientos, unidos a esta vid déis mucho fruto".




martes, 24 de julio de 2012

No temas las adversidades


"No temas las adversidades, porque éstas colocan al alma a los pies de la cruz y la cruz la coloca a las puertas del cielo, donde encontrará al que es el triunfador de la muerte, que la introducirá en los gozos eternos". 


(San Pío de Pietrelcina)

lunes, 23 de julio de 2012

Ayúdame, ¡oh Señor!


Concédeme, Señor, la gracia de saber recogerme en el pequeño cielo de mi alma donde has establecido tu morada. Ahí, Señor, te descubres a los que te buscan y te dejas sentir antes y más intensamente que en otras partes y preparas más rápidamente al alma para introducirla en tu intimidad. Entonces parece se levanta el alma con el juego, que ya ve lo es las cosas de este mundo. Álzase al mejor tiempo, y como quien se entra en un castillo fuerte para no temer los contrarios... Tengo por imposible, si trajésemos cuidado de acordarnos tenemos tal huésped dentro de nosotras, nos diésemos tanto a las cosas del mundo, porque veríamos cuán bajas son para las que dentro poseemos.


Ayúdame, ¡oh Señor!, a apartar mis sentidos de las cosas exteriores y a recogerlos en Ti; hazlos obedientes a la llamada de mi voluntad, para que, cuando quiera esconderme contigo en mi interior, se recojan espontáneamente atraídos por tu presencia, como se vienen las abejas a la colmena y se entran en ella para labrar la miel.



Sta Teresa de Jesús

domingo, 22 de julio de 2012

Te amo, Dios mío




"Te amo, Dios mío, y mi único deseo es amarte hasta el último suspiro de mi vida.

Te amo, oh infinitamente amoroso Dios, y prefiero morir amándote que vivir un instante sin Ti.

Te amo, oh mi Dios, y mi único temor es ir al infierno porque ahí nunca tendría la dulce consolación de tu amor.

Oh, Dios mío, si mi lengua no puede decir cada instante que te amo, por lo menos quiero que mi corazón lo repita cada vez que respiro."

Santo Cura de Ars

Acto de confianza

Para rezar despacito en tiempo de bonanza como en momentos de desolación y tristeza.

Dios mío, estoy tan persuadido de que velas sobre todos los que en Vos esperan y de que nada puede faltar a quien de Vos aguarda toda las cosas, que he resuelto vivir en adelante sin cuidado alguno, descargando sobre Vos todas mis inquietudes. Mas yo dormiré en paz y descansaré; porque Tú ¡Oh Señor! Y sólo Tú, has asegurado mi esperanza.

Los hombres pueden despojarme de los bienes y de la reputación; las enfermedades pueden quitarme las fuerzas y los medios de servirte; yo mismo puedo perder tu gracia por el pecado; pero no perderé mi esperanza; la conservaré hasta el último instante de mi vida y serán inútiles todos los esfuerzos de los demonios del infierno para arrancármela. Dormiré y descansaré en paz.

Que otros esperen su felicidad de su riqueza o de sus talentos; que se apoyen sobre la inocencia de su vida, o sobre el rigor de su penitencia, o sobre el número de sus buenas obras, o sobre el fervor de sus oraciones. En cuanto a mí, Señor, toda mi confianza es mi confianza misma. Porque Tú, Señor, solo Tú, has asegurado mi esperanza.

A nadie engañó esta confianza. Ninguno de los que han esperado en el Señor ha quedado frustrado en su confianza.

Por tanto, estoy seguro de que seré eternamente feliz, porque firmemente espero serlo y porque de Vos ¡oh Dios mío! Es de Quien lo espero. En Ti esperaré , Señor, y jamás seré confundido.

Bien conozco ¡ah! Demasiado lo conozco, que soy frágil e inconstante; sé cuanto pueden las tentaciones contra la virtud más firme; he visto caer los astros del cielo y las columnas del firmamento; pero nada de esto puede aterrarme. Mientras mantenga firme mi esperanza, me conservaré a cubierto de todas las calamidades; y estoy seguro de esperar siempre, porque espero igualmente esta invariable esperanza.

En fin, estoy seguro de que no puedo esperar con exceso de Vos y de que conseguiré todo lo que hubiere esperado de Vos. Así, espero que me sostendrás en las más rápidas y resbaladizas pendientes, que me fortalecerás contra los más violentos asaltos y que harás triunfar mi flaqueza sobre mis más formidables enemigos. Espero que me ames siempre; yo te amaré sin interrupción; y para llevar de una vez toda mi esperanza tan lejos como puedo llevarla, te espero a Vos mismo para caminar contigo ¡oh Creador mío! Para el tiempo y para la eternidad. Así sea.


San Claudio de la Colombière

sábado, 21 de julio de 2012

Grados de perfección según San Juan de la Cruz


1. No hacer un pecado por cuanto hay en el mundo, ni hacer ningún venial a sabiendas, ni imperfección conocida. 

2. Procurar andar siempre en la presencia de Dios, o real, o imaginaria, o unitiva, conforme con las obras se compadeciere. 

3. No hacer cosa ni decir palabra notable que no la dijera o hiciera Cristo si estuviera en el estado que yo estoy y tuviera la edad y salud que yo tengo. 

4. Procure en todas las cosas la mayor honra y gloria de Dios. 

5. Por ninguna ocupación dejar la oración mental, que es sustento del alma. 

6. No dejar el examen de conciencia por las ocupaciones, y por cada falta hacer alguna penitencia. 

7. Tener gran dolor por cualquier tiempo perdido o que se le pasa en que no ame a Dios. 

8. En todas las cosas altas y bajas tenga por fin a Dios, porque de otra manera no crecerá en perfección y mérito. 

9. Nunca falte en la oración, y cuando tuviere sequedad y dificultad, por el mismo caso persevere en ella, porque quiere Dios muchas veces ver lo que tiene en su alma, lo cual no se prueba en la facilidad y gusto. 

10. Del cielo y de la tierra siempre lo más bajo y el lugar y oficio más ínfimo. 

11. Nunca se entremeta en lo que no le es mandado ni porfíe en cosa alguna, aunque sea el que tiene razón. Y en lo que le fuere mandado, si le dieren el pie (como dicen) no se tome la mano, que algunos se engañan en esto, entendiendo que tienen obligación de hacer lo que nada les obliga si bien lo mirasen. 

12. De las cosas ajenas, buenas o malas, nunca tenga cuenta, porque, allende del peligro que hay de pecar, es causa de distracciones y poco espíritu. 

13. Procure siempre confesarse con mucho conocimiento de su miseria y con claridad y pureza. 

14. Aunque las cosas de su obligación y oficio se le hagan dificultosas y acedas, no desmaye por entonces en ellas, porque no ha de ser siempre así, y Dios, que prueba el alma fingiendo trabajo en el precepto (Sal. 93, 20 ), de allí a poco le hará sentir el bien y ganancia. 

15. Siempre se acuerde de que todo lo que por él pasare, próspero o adverso, viene de Dios, para que así ni en lo uno se ensoberbezca ni en lo otro desmaye. 

16. Acuérdese siempre cómo no ha venido más de a ser santo, y así no admita reinar cosa en su alma que no encamine a santidad. 

17. Siempre sea amigo más de dar a otros contento que a sí mismo, y así no tendrá envidia ni propiedad acerca del prójimo. Esto se entiende en lo que fuere según perfección, porque se enoja Dios mucho contra los que no anteponen lo que a él place al beneplácito de los hombres. Soli Deo honor et gloria.


viernes, 20 de julio de 2012

Exhortación de San Bernardo sobre la Virgen

Y enombre de la Virgen era María (Lc, 1, 27). Hablemos un poco de este nombre que significa, según se dice, Estrella del Mar, y que conviene maravillosamente a la Virgen Madre. ... Ella es verdaderamente esta espléndida estrella que debía levantarse sobre la inmensidad del mar, toda brillante por sus méritos, radiante por sus ejemplos.


¡Oh tú, quienquiera que seas, que te sientes lejos de la tierra firme, arrastrado por las olas de este mundo, en medio de borrascas y tempestades, si no quieres zozobrar, no quites los ojos de la luz de esta estrella!

Si el viento de las tentaciones se levanta, si el escollo de las tribulaciones se interpone en tu camino, mira a la estrella, invoca a María.

Si eres balanceado por los oleajes del orgullo, de la ambición, de la maledicencia, de la envidia, mira la estrella, invoca a María.

Si la cólera, la avaricia, los deseos impuros, sacuden la frágil embarcación de tu alma, levanta los ojos a María.

Si perturbado por el recuerdo de la enormidad de tus crímenes, confuso a la vista de las torpezas de tu conciencia, aterrorizado por el miedo del juicio, comienzas a dejarte arrastrar por el torbellino de la tristeza, a despeñarte en el abismo del desespero, piensa en María.

Que su nombre nunca se aparte de tus labios, jamás abandone tu corazón; y para alcanzar el socorro de la intercesión de Ella, no tomes con negligencia los ejemplos de su vida.

Siguiéndola, no te extraviarás; rezándole no desesperarás; pensando en Ella evitarás todo error. Si Ella te sustenta, no caerás; si Ella te protege, nada tendrás que temer; si Ella te conduce, no te cansarás; si Ella te es favorable, alcanzarás el fin. Y así verificarás por tu propia experiencia con cuánta razón fue dicho: “Y el nombre de la Virgen era María”.

(San BernardoAlabanzas de la Virgen María, “super Missus”, 2a. homilía, 17 –apud Pierre Aubron SJ. L´Oeuvre Marial de Saint Bernard, Editions du Cerf, Paris, Les Cahiers de la Vierge, No. 13-14, marzo de 1936, pp. 68-69).

miércoles, 18 de julio de 2012

martes, 17 de julio de 2012

La Santa Misa según los santos



El santo cura de Ars, San Juan María Vianney:
“Si conociéramos el valor de La Santa Misa nos moriríamos de alegría”.
"Sí supiéramos el valor del Santo Sacrificio de la Misa, qué esfuerzo tan grande haríamos por asistir a ella".
"Qué feliz es ese Ángel de la Guarda que acompaña al alma cuando va a Misa". 
"La Misa es la devoción de los Santos".

San Anselmo: “Una sola misa ofrecida y oída en vida con devoción, por el bien propio, puede valer más que mil misas celebradas por la misma intención, después de la muerte.”

Santo Tomás de Aquino: "La celebración de la Santa Misa tiene tanto valor como la muerte de Jesús en la Cruz".

San Francisco de Asís: "El hombre debería temblar, el mundo debería vibrar, el Cielo entero debería conmoverse profundamente cuando el Hijo de Dios aparece sobre el altar en las manos del sacerdote". 

Santa Teresa de Jesús: "Sin la Santa Misa, ¿qué sería de nosotros? Todos aquí abajo pereceríamos ya que únicamente eso puede detener el brazo de Dios. Sin ella, ciertamente que la Iglesia no duraría y el mundo estaría perdido sin remedio".

En cierta ocasión, Santa Teresa se sentía inundada de la bondad de Dios. Entonces le hizo esta pregunta a Nuestro Señor: “Señor mío, “¿cómo Os podré agradecer?” Nuestro Señor le contestó: “ASISTID A UNA MISA”.

Padre Pío de Pieltrecina: 
"Sería más fácil que el mundo sobreviviera sin el sol, que sin la Santa Misa"
La Misa es infinita como Jesús... pregúntenle a un Ángel lo que es la Misa, y Él les contestará: en verdad yo entiendo lo que es y por qué se ofrece. Sin embargo, no puedo entender cuánto valor tiene. Un Ángel, mil Ángeles, todo el Cielo, saben esto y piensan así".

San Lorenzo Justino:
"Nunca lengua humana puede enumerar los favores que se correlacionan al Sacrificio de la Misa. El pecador se reconcilia con Dios; el hombre justo se hace aún más recto; los pecados son borrados; los vicios eliminados; la virtud y el mérito crecen, y las estratagemas del demonio son frustradas."

San Leonardo de Port Maurice:
 "Oh gente engañada, qué están haciendo? Por qué no se apresuran a las Iglesias a oír tantas Misas como puedan? Por qué no imitan a los ángeles, quienes cuando se celebra una Misa, bajan en escuadrones desde el Paraíso y se estacionan alrededor de nuestros altares en adoración, para interceder por nosotros?".
"Yo creo que sí no existiera la Misa, el mundo ya se hubiera hundido en el abismo, por el peso de su iniquidad. La Misa es el soporte poderoso que lo sostiene ".
“Una Misa antes de la muerte puede ser más provechosa que muchas después de ella…"

San Felipe Neri:
"Con oraciones pedimos gracia a Dios; en la Santa Misa comprometemos a Dios a que nos las conceda ".

San Pedro Julián Eymard:
"Sepan, oh Cristianos, que la Misa es el acto de religión más sagrado. No pueden hacer otra cosa para glorificar más a Dios, ni para mayor provecho de su alma, que asistir a Misa devotamente, y tan a menudo como sea posible ". 

San Bernardo
"Uno obtiene más mérito asistiendo a una Santa Misa con devoción, que repartiendo todo lo suyo a los pobres y viajando por todo el mundo en peregrinación ".

San Francisco Javier Bianchi: "Cuando oigan que yo no puedo ya celebrar la Misa, cuéntenme como muerto". 

San Buenaventura: 
"La Santa Misa es una obra de Dios en la que presenta a nuestra vista todo el amor que nos tiene; en cierto modo es la síntesis, la suma de todos los beneficios con que nos ha favorecido".

"Hay en la Santa Misa tantos misterios como gotas de agua en el mar, como átomos de polvo en el aire y como ángeles en el cielo; no sé si jamás ha salido de la mano del Altísimo misterio más profundo."

Cuando Santa Margarita María Alacoque asistía a la Santa Misa, al voltear hacia el altar, nunca dejaba de mirar al Crucifijo y las velas encendidas. Por qué? Lo hacía para imprimir en su mente y su corazón dos cosas: El Crucifijo le recordaba lo que Jesús había hecho por ella; las velas encendidas le recordaban lo que ella debía hacer por Jesús. Es decir, sacrificarse, consumirse por Él y por las almas.

Importancia de la Oración


En su libro titulado “Camino de la Esperanza”, el Cardenal Vietnamita  Nguyen Van Thuan nos dejó este testimonio, que es una verdadera campanada de advertencia:

 “Un día hablé con el Padre Provincial de una gran congregación sobre la crisis del sacerdocio y las vocaciones religiosas.  Él me dijo que habían enviado una carta a todos los hermanos que habían dejado el sacerdocio para preguntarles por qué lo habían hecho. Todos contestaron.  Y sus respuestas revelan que no se habían ido por problemas sentimentales, sino porque no oraban.  Algunos dijeron que habían dejado de rezar hacía muchos años.

 “La oración es la fundamentación de la vida espiritual” (Cardenal Nguyen Van Thuan).

“Muchas vocaciones están en crisis, no se realizarán.  Muchas familias sufren dificultades, se separarán y se pelearán.  Mucha gente pierde el gusto por la vida y el trabajo, están descontentos y vacíos. Y todo esto porque se ha abandonado la oración” (Beata Teresa de Calcuta).

Todo se renueva en la oración, tanto los individuos como las comunidades.  Surgen nuevos objetivos e ideales” (Juan Pablo II).

No es de extrañar que el Catecismo de la Iglesia Católica dedique una quinta parte (20%) de sus páginas al tema de la oración, en forma muy extensa y explícita, y tratando todas las formas de oración, inclusive la de la contemplación, que erróneamente ha estado reservada para vocaciones especiales.

El tratamiento que da el Catecismo de la Iglesia Católica a la oración denota la importancia que le asigna el Magisterio de la Iglesia a la misma.

La oración es la llave que abre nuestro corazón y nuestra alma al Espíritu Santo; es decir, a Su acción de transformación en nosotros. Al orar, permitimos a Dios actuar en nuestra alma - en nuestro entendimiento y nuestra voluntad- para ir adaptando nuestro ser a Su Divina Voluntad. (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica #2825-1827)

La oración nos va descubriendo el misterio de la Voluntad de Dios. (cfr. Ef.1, 9)

La oración va conformando nuestro ser a esa forma de ser y de pensar divinas: nos va haciendo ver las cosas y los hechos como Dios los ve. Ver el mundo con los ojos de Dios.

La oración nos va haciendo conformar nuestra vida a los planes que Dios tiene para nuestra existencia.

En fin: la oración nos va haciendo cada vez más "imagen de Dios",  nos va haciendo más semejantes a Cristo.

La oración nos va develando la verdad, sobre todo la verdad sobre nosotros mismos: nos muestra como somos realmente, como somos a los ojos de Dios:

Los seres humanos solemos tener una máscara hacia fuera, hacia los demás: mostramos lo que no somos.  Hacia adentro, hacia nosotros mismos, solemos engañarnos: creemos lo que no somos.  Sólo en la oración descubrimos la verdad sobre nosotros mismos: Dios nos enseña cómo somos realmente, cómo nos ve Él.

La oración nos abre los ojos para comprender las Escrituras, internalizarlas y hacerlas vida en nosotros.  Nos cura del “síndrome de Emaús”.

En el silencio de la oración nos encontramos con Dios y nos reconocemos Sus creaturas, dependientes de Él, nuestro Padre y Creador, nuestro principio y nuestro fin. 

En el silencio de la oración somos como ramas de la Vid que es el Señor, porque nos nutrimos de la savia misteriosa que son las gracias que necesitamos y que Dios nos da, especialmente en esos ratos de oración.

“El hombre no puede vivir sin orar, lo mismo que no puede vivir sin respirar”  (Juan Pablo II).

“Es necesario que encontremos el tiempo de permanecer en silencio y de contemplar, sobre todo si vivimos en la ciudad donde todo se mueve velozmente.  Es en el silencio del corazón donde Dios habla” (Beata Teresa de Calcuta).  

La oración nos despierta el anhelo de Cielo, los deseos de eternidad, la esperanza en las “realidades últimas” de que nos hablaba Juan Pablo II. 

Asimismo, la oración no nos deja desentendernos de las “realidades penúltimas”, porque la verdadera oración, lejos de replegarnos sobre nosotros mismos, nos impulsa a la acción y al servicio a Dios en los hermanos.   No filantropía o mero altruísmo, sino acción apostólica veraz.

Tal vez por todas estas cosas y por el interés del Magisterio de la Iglesia en la oración, el Papa Juan Pablo II nos dejó una consigna en su visita a Venezuela, consigna que repetía en todos sus viajes y que él mismo practicaba: "Ante todo, creced en el Señor ... Abrid siempre más vuestro corazón a Cristo. Acoged Su presencia misteriosa y fecunda; cultivad la intimidad con El en ese encuentro que cambia la vida ... Creced siempre en el Señor. Creced hacia la plenitud de Dios" (Ef.3, 19). Y esta consigna no fue precisamente para el Clero o los Religiosos: la dijo para los laicos, para los que debemos estar actuando en el mundo.

Y ese crecimiento en el Señor, ese crecimiento hacia la plenitud de Dios no puede darse sin la oración, sin "ese encuentro que cambia la vida".

Y ese crecimiento significa ir creciendo en los frutos del Espíritu Santo, algunos de los cuales cita San Pablo en su carta a los Gálatas (5, 22-23): amor, alegría, paciencia, comprensión, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí ... pues el Espíritu Santo va infundiendo ésos y otros frutos en el alma de todo aquél que se abre a su acción de transformación divina, sobre todo a través de la oración.

lunes, 16 de julio de 2012

¡Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo!



¡Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo! ¡Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan, no te aman! (Tres veces).

Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo te adoro profundamente y te ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los Sagrarios del mundo, en reparación de los ultrajes con los que El es ofendido. Por los méritos infinitos del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María, te pido la conversión de los pecadores.

(Los niños de Fátima rezaban estas oraciones de rodillas y con la frente inclinada hacia el suelo)



domingo, 15 de julio de 2012

De corazón a corazón

Programa de la madre Gabriela del Amor sobre la oración. 
Episodio: Martas y Marías.

Parte 1

Parte 2

Parte 3

sábado, 14 de julio de 2012

La Divina Providencia



"El hombre audaz no peregrina por la vida con piernas temblorosas. Por ejemplo, no es una vergüenza que nosotros, arrojados en medio de las dificultades del tiempo de hoy, sintamos que se nos estremece el corazón, que experimentemos cierta angustia al pensar que se nos podría despojar de la libertad. Eso no es sino algo muy humano. También Jesús lo padeció. ¡Cuánta angustia asaltó al Hijo de Dios! Jesús sudó de angustia, incluso sudó sangre. Nosotros decimos que el hombre audaz camina por la vida y asume las dificultades sin una angustia especial.

¿Cómo se muestra esto en la práctica? Con fe sencilla en la divina Providencia, el hombre audaz acata en todas partes el plan del Amor eterno, trátese de crisis económicas como de cualquier otro tipo. Confía en que, al final, todo saldrá bien. No se preocupa angustiosamente como un pagano. No nos dejemos absorber por las necesidades materiales. En lugar de andar en pos de las cosas, entreguémonos con sencillez a Dios Padre, al Amor eterno: Él velará por nosotros".

José Kentenich, fundador de Schoenstatt
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