• El Señor me ha traído para estar hoy aquí.
• Él me espera y me recibe como estoy y como vengo. El me conoce profundamente. Sabe lo que “HOY” estoy necesitando.
• Voy acallando mis ruidos, voy dando paso al silencio.
• Vengo a descansar junto al Señor.
• Siento su cercanía. El Señor me mira.
• Tomo conciencia de que “El mirar de Dios es amar” – San Juan de la Cruz.
“Cuida tu corazón y escúchalo porque su voz te indica los caminos de vuelta a tu casa, a ese centro de ti mismo, donde eres más tú que en lo que haces o piensas. Ahí encuentras lo único necesario: tu Padre, que está escondido y te infunde su Aliento para que todo tu ser se vaya concertando y haciendo afín con su Hijo. Aprende a estar y a permanecer ahí, a fluir desde su misericordia y apasionarte por su mundo, a respirar el nombre de Jesús como un perfume que se derrama”.
Quédate pidiendo:
“Conocimiento interno de la Misericordia del Corazón de Jesús, para más amarle y seguirle…”
Ahora medita junto a Él:
“¡Soy yo demasiado pequeño para tanta misericordia y tanta fidelidad como has tenido conmigo!” (Gen 32,11).
La invitación para este momento contemplativo, es quedarnos “sintiendo y gustando”, quedándome ante Jesús Eucaristía, que nos revela como dice el Cardenal Dannels, que “La Misericordia es el Fuego que arde en el Corazón de Dios”…
Y me pregunto: ¿Qué he hecho por Cristo? ¿Qué hago por Cristo? ¿Qué debo hacer por Cristo? ¿Qué debo hacer para más amarle y servirle...?
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