"El hombre audaz no peregrina por la vida con piernas
temblorosas. Por ejemplo, no es una vergüenza que nosotros, arrojados en medio
de las dificultades del tiempo de hoy, sintamos que se nos estremece el
corazón, que experimentemos cierta angustia al pensar que se nos podría
despojar de la libertad. Eso no es sino algo muy humano. También Jesús lo
padeció. ¡Cuánta angustia asaltó al Hijo de Dios! Jesús sudó de angustia,
incluso sudó sangre. Nosotros decimos que el hombre audaz camina por la vida y
asume las dificultades sin una angustia especial.
¿Cómo se muestra esto en la práctica? Con fe sencilla en la
divina Providencia, el hombre audaz acata en todas partes el plan del Amor
eterno, trátese de crisis económicas como de cualquier otro tipo. Confía en
que, al final, todo saldrá bien. No se preocupa angustiosamente como un pagano.
No nos dejemos absorber por las necesidades materiales. En lugar de andar en
pos de las cosas, entreguémonos con sencillez a Dios Padre, al Amor eterno: Él
velará por nosotros".
José Kentenich, fundador de Schoenstatt
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