sábado, 21 de diciembre de 2013

Jesús permanece día y noche en el Santísimo Sacramento por amor a ti


    "El gran obispo Fulton Sheen pasó por un periodo de aridez espiritual en el que rezar se le hacía muy difícil, se sentaba en la capilla sin decirle a Jesús una sola palabra.  Como el obispo pensaba que sus horas santas no eran agradables a Jesús se sentía muy desalentado.

    Entonces el obispo se acordó de algo. Su pequeño perro tampoco podía hablar.  Cuando el obispo se sentaba en su sillón para leer el periódico, su perro se sentaba en el suelo cerca de él haciéndole compañía.  Solo estando ahí, a su lado, el perro era para el obispo un gran consuelo y lo hacia muy feliz.

      Mientras que el obispo pensaba en esto, recibió una inspiración de Dios.  El obispo Sheen era un gran consuelo y muy agradable al Seifior por tan sólo estar ahí con Él en el Santísimo Sacramento, aunque como su perrito, no le decía nada a Jesús mientras permanecía junto a Él.

    Me encanta esta historia porque algo parecido le ocurrió a un Sacerdote amigo mío cuando yo era párroco en San Miguel.  Mi amigo estaba haciendo su hora santa en nuestra capilla de adoración perpetua.  Era un día terriblemente caluroso y se sentía tan cansado y agobiado por el calor que no podía rezar.  Sólo permanecer en la capilla en su hora representaba un gran esfuerzo.  Se preguntaba si esa hora tendría algún valor, cuando en ese momento entró un gatito blanco.

          Hacia tanto calor que alguien había dejado la puerta abierta.  Al principio mi amigo pensó cuanto odiaba a los gatos.  Luego observó como el gatito pasaba por cada uno de los bancos hasta llegar a la parte de atrás donde mi amigo estaba sentado.  El gatito se paró, miró a mi amigo, puso su cabeza sobre su zapato como si fuera su almohada y se acostó a dormir.
          Mi amigo se emocionó.  El gatito había elegido descansar su cabeza sobre su zapato.  Más tarde mi amigo oyó la siguiente inspiración tan fuerte como las campanas de la iglesia en domingo.  Si él que odia a los gatos estaba tan contento con uno que eligió estar con él, cuánto más encantado estará Jesús con nosotros, a los que ama infinitamente, cuando elegimos estar con Él.
          Mi amigo, al igual que el obispo Sheen, nunca más, se desanimó al sentir que no podía rezar.  El solo hecho de estar allí, es una oración de fe, es creer realmente que Jesús está ahí.  Es una oración de amor porque uno elige estar con aquellos a los que uno quiere, con los que uno verdaderamente ama.

          Jesús permanece día y noche en el Santísimo Sacramento por amor a ti, porque para Él, tú eres la persona más importante en el mundo.  Todo lo que está pidiendo es que tú reserves una hora diaria para Él."

Mons.  Pepe. Cartas a un Hermano Sacerdote.

domingo, 15 de diciembre de 2013

El obispo Fulton Sheen y su amor hacia Jesús Eucarístico



"El punto más importante de cada retiro o sermón predicado por el obispo Sheen, era estimular a cada persona a que se esforzara a hacer una hora santa diaria.  Antes de morir lo entrevistaron en la televisión.  Le preguntaron quién lo había inspirado: ¿un Papa, un cardenal, un obispo, un Sacerdote, o quizás una monja?

Él contestó que no.  Quien lo había inspirado a hacer una hora santa diaria fue una jovencita.  Cuando los comunistas se apoderaron de China entraron a una iglesia, arrestaron al Sacerdote y lo recluyeron en su propia casa convirtiéndola en su cárcel.  Luego fueron a la iglesia, destrozaron el Sagrario, tiraron las Sagradas Formas por el piso y se marcharon.

Ellos no vieron a una niña que estaba de rodillas en oración.  Era tan pequeña que ni la notaron.  Por la noche ella volvió en silencio, moviéndose sigilosamente pasó la guardia en la casa del Sacerdote, antes de entrar en la oscura y fría iglesia.

Una vez allí, rezó de rodillas una hora santa antes de ir a recibir a su Dios y Señor en la Santa Comunión.  En aquella época, la Comunión sólo se administraba en la boca y sólo estaba permitido recibirla una vez por día.

Esta fue la razón por la que la niña volvía todas las noches hasta que todas las hostias sagradas fueron consumidas.  Ella de rodillas se agachaba al suelo y recibía a Jesús en la lengua.  Todo esto fue presenciado por el párroco que la veía a la luz de la luna desde su ventana.

El Sacerdote sabía exactamente cuantas hostias había en el copón porque él mismo las había contado y consagrado.  Cuando la última hostia hubo sido consumida en la trigésima sexta    noche, la niña fue descubierta por los guardias en el momento en que se estaba retirando.  La apresaron y la mataron a golpes.

El Sacerdote sobrevivió para contar la historia.  El obispo Sheen escuchó esta historia cuando era seminarista y prometió a Dios hacer una hora santa durante todos los días de su vida sacerdotal, una promesa que mantuvo hasta que murió a la edad de ochenta y dos años.  Para ese entonces ya había inspirado a innumerables obispos y sacerdotes a hacer lo mismo.  Pocos saben que fue una persona joven la que lo inspiró."


Monseñor Pepe. Cartas a un hermano sacerdote. 

domingo, 1 de diciembre de 2013

Si supieras cuanto Jesús te ama en el Santísimo Sacramento...



"El Sacerdote más grande que jamás haya vivido decía la misma homilía todos los días, una y otra vez, y eran sólo dos líneas.  San Juan María Vianney predicaba lo mismo cada domingo: "Si sólo supieras cuanto Jesús te ama en el Santísimo Sacramento, te morirías de felicidad".  Después señalando hacia el Sagrario, agregaba "JESUS ESTÁ REALMENTE AHI".

La gente venía de todas partes de Francia para oírlo hablar, y cada domingo repetía lo mismo.  Al tomar conciencia del amor y la presencia de Jesús en el Santísimo Sacramento, se conmovía tan intensamente, hasta lo más profundo de su alma, que al apuntar al Sagrario para mostrarle a la gente que Jesús estaba realmente ahí, lloraba de alegría. Él pasaba largas horas cada día y cada noche orando ante el Santísimo Sacramento como también muchas horas en el confesionario.  San Juan María Vianney, el cura de Ars, fue proclamado por la Iglesia modelo y patrono de todos los sacerdotes.

Otro Sacerdote famoso que vivió en la misma época de San Juan Vianney, fue el padre Lacordiere.  Este Sacerdote fue el predicador más elocuente de su tiempo.  Cuando Él iba a predicar a la Iglesia de Notre Dame de Paris, el rey y la reina iban a oírlo y la catedral se llenaba.

Cierto día, alguien le preguntó si sentía gran satisfacción por ser un predicador tan popular.  Él contestó que no, porque cuando Él hablaba la gente decía cuan hábil e inteligente era.  Pero, cuando Juan Vianney hablaba todos decían qué bueno es Jesús! (...) Tratamos de impresionar a todos con nuestra inteligencia, teologizando todo, tanto que a la gente le resulta difícil entender lo que estamos tratando de decir!  !Lo que realmente debemos hacer es justamente decirle a la gente cuán bondadoso es Jesús en el Santísimo Sacramento!"  

 Mons.  Pepe. Cartas a un Hermano Sacerdote. 



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