"Tratamos con un Dios que es infinito en poder y riquezas. No le pidamos
cosas ruines y mezquinas, sino cosas muy altas y grandes. Pedir a un rey
poderoso un céntimo vil, sería sin duda una especie de injuria. ¿Y no lo será hacer lo mismo con nuestro
Dios? Aunque seamos pobres y miserables y muy indignos de los beneficios
divinos, sin embargo, pidamos al Señor gracias muy grandes, porque así honramos
a Dios, honramos su misericordia y su liberalidad, porque pedimos, apoyados en
su fidelidad y en su bondad y en la promesa solemne que nos hizo de conceder
todas las gracias a quien debidamente se las pidiere. Pediréis todo lo que
queráis y todo se hará según vuestros deseos."
San Agustín
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