"Cuando un hombre se humilla por sus defectos, entonces fácilmente aplaca a los otros, y sin dificultad satisface a los que lo odian. Dios defiende y libra al humilde; al humilde ama y consuela; al hombre humilde se inclina; al humilde le concede su gracia y, después de su abatimiento, lo levanta a gran honra. Al humilde descubre sus secretos, lo atrae dulcemente a sí y le convida. El humilde, recibida la ofensa, está en paz, porque está en Dios y no en el mundo.
Ponte primero a ti en paz, y después podrás apaciguar a los otros. El hombre pacífico aprovecha más que el muy letrado. El hombre apasionado aun el bien lo convierte en mal, y de ligero cree lo malo. El hombre bueno y pacífico todas las cosas echa a la parte buena.
El que está en buena paz de ninguno sospecha. El descontento y alterado con diversas sospechas se atormenta: ni él se sosiega ni deja descansar a los otros. Dice muchas veces lo que no debiera, y deja de hacer lo que más le convendría. Piensa lo que otros deben hacer, y deja él sus obligaciones. Ten, pues, primero celo contigo, y después podrás tener buen celo con el prójimo."
Tomás de Kempis
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