jueves, 21 de junio de 2012



Dios mío, no puedo hacer otra cosa que caer de rodillas junto con el revelador del misterio de la gracia, suplicándote, Padre mío, aumentes mediante tu Espíritu Santo mis capacidades espirituales, la fe y la caridad, para que pueda contemplar la anchura y la longitud, la altura y la profundidad de la caridad de Cristo, y darme cuenta de que supera toda inteligencia y que debo dejarme invadir por la efusión de la vida divina.


Oh Padre, viva en mí Jesús y por medio suyo tendré parte en tu amor. Yo no soy puro, pero la sangre de tu Hijo me purifica; estoy alejado de Ti, en tinieblas, en mentira y en muerte, pero Él es el Camino, la Verdad y la Vida. Enséñame a dejarme a mí mismo, a negarme, a despojarme, a morir; y cuando Cristo haya llegado a ser la sola vida mía, Tú, oh Padre, te complacerás amorosamente en mí.

Oh, mi Señor Jesús, estás en medio de nosotros y no te conocemos: eres el Cordero de Dios que borra los pecados del mundo y no te reconocemos.

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