“El Sacerdocio es el amor del corazón de Jesús.”
“Un
buen pastor, un pastor según el Corazón de Dios, es el tesoro más grande que el
buen Dios puede conceder a una parroquia, y uno de los dones más preciosos de
la misericordia divina.”
“¡Oh, qué grande es el sacerdote! Si se diese
cuenta, moriría… Dios le obedece: pronuncia dos palabras y Nuestro Señor baja
del cielo al oír su voz y se encierra en una pequeña hostia…”
“Si
desapareciese el sacramento del Orden, no tendríamos al Señor. ¿Quién lo ha
puesto en el sagrario? El sacerdote. ¿Quién ha recibido vuestra alma apenas
nacidos? El sacerdote. ¿Quién la nutre para que pueda terminar su
peregrinación? El sacerdote. ¿Quién la preparará para comparecer ante Dios,
lavándola por última vez en la sangre de Jesucristo? El sacerdote, siempre el
sacerdote. Y si esta alma llegase a morir [a causa del pecado], ¿quién la
resucitará y le dará el descanso y la paz? También el sacerdote… ¡Después de
Dios, el sacerdote lo es todo!... Él mismo sólo lo entenderá en el cielo”.
“Si comprendiéramos bien lo que representa
un sacerdote sobre la tierra, moriríamos: no de pavor, sino de amor… El
sacerdote continúa la obra de la redención sobre la tierra… ¿De qué nos
serviría una casa llena de oro si no hubiera nadie que nos abriera la puerta?
El sacerdote tiene la llave de los tesoros del cielo: él es quien abre la
puerta; es el administrador del buen Dios; el administrador de sus bienes…
Dejad una parroquia veinte años sin sacerdote y adorarán a las bestias… El
sacerdote no es sacerdote para sí mismo, sino para vosotros”.
El Santo Cura de Ars enseñaba a sus
parroquianos sobre todo con el testimonio de su vida. De su ejemplo aprendían
los fieles a orar, acudiendo con gusto al sagrario para hacer una visita a
Jesús Eucaristía:
“Sabemos que Jesús está allí, en el
sagrario: abrámosle nuestro corazón, alegrémonos de su presencia. Ésta es la
mejor oración”. “No
hay necesidad de hablar mucho para orar bien”
“Venid a comulgar, hijos míos, venid donde
Jesús. Venid a vivir de Él para poder vivir con Él…”. “Es verdad que no sois dignos, pero lo necesitáis”.
La educación de los fieles en la presencia eucarística y en la comunión era particularmente eficaz cuando lo veían
celebrar el Santo Sacrificio de la Misa. Los que asistían decían que “no
se podía encontrar una figura que expresase mejor la adoración… Contemplaba la
hostia con amor”. Él les
decía:
“Todas las buenas obras juntas no son
comparables al Sacrificio de la Misa, porque son obras de hombres, mientras la
Santa Misa es obra de Dios”.
“La causa de la relajación del sacerdote
es que descuida la Misa. Dios mío, ¡qué pena el sacerdote que celebra como
si estuviese haciendo algo ordinario!”.
“¡Cómo aprovecha a un sacerdote ofrecerse a
Dios en sacrificio todas las mañanas!”.
Santo Cura de Ars
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