
de tu Unigénito Hijo.
Me despojaré de mi vestido hediondo, y con la luz de la fe santísima conoceré que Tú, Trinidad eterna, eres nuestro alimento, mesa y servidor. Tú, Padre eterno, eres la mesa que nos da el alimento del Cordero, tu Unigénito Hijo; Él es nuestra comida suavísima, sea por su doctrina que nos nutre en tu voluntad, sea por el sacramento que recibios en la santa comunión, el cual nos apacienta y reconforta mientras somos peregrinos y viandantes en esta vida. El Espíritu Santo es el que nos sirve la comida, porque nos provee esta doctrina iluminando el ojo de nuestro entendimiento e inspirándonos seguirle. Nos da también la caridad para con el prójimo y el hambre de dar de comer a las almas y de la salvación de todo el mundo, para honra tuya, oh Padre".
Sta Catalina de Siena, doctora de la Iglesia.
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