"Dios eterno, suma y eterna pureza, te has unido al barro de nuestra humanidad movido por el fuego de tu caridad, con el que te has quedado para alimento nuestro... Comida de los ángeles, suma y eterna pureza; por eso requiere tanta pureza en el alma que te recibe en este dulcísimo sacramento... ¿Cómo se purifica el alma? En el fuego de tu caridad, lavando su rostro en la sangre
de tu Unigénito Hijo.
Me despojaré de mi vestido hediondo, y con la luz de la fe santísima conoceré que Tú, Trinidad eterna, eres nuestro alimento, mesa y servidor. Tú, Padre eterno, eres la mesa que nos da el alimento del Cordero, tu Unigénito Hijo; Él es nuestra comida suavísima, sea por su doctrina que nos nutre en tu voluntad, sea por el sacramento que recibios en la santa comunión, el cual nos apacienta y reconforta mientras somos peregrinos y viandantes en esta vida. El Espíritu Santo es el que nos sirve la comida, porque nos provee esta doctrina iluminando el ojo de nuestro entendimiento e inspirándonos seguirle. Nos da también la caridad para con el prójimo y el hambre de dar de comer a las almas y de la salvación de todo el mundo, para honra tuya, oh Padre".
Sta Catalina de Siena, doctora de la Iglesia.
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