"Después de la transgresión de Adán, los pensamientos del alma, lejos del amor de Dios, se dispersaron y se mezclaron con pensamientos materiales y terrestres. Porque Adán, por su pecado, recibió en sí mismo la levadura de las malas tendencias y, así, por participación, todos los nacidos de él y de toda la raza de Adán tienen parte en esta levadura. Seguidamente, las malas disposiciones crecieron y se desarrollaron entre los hombres hasta el punto que llegaron a toda clase de desórdenes. Finalmente, la humanidad entera se vio penetrada de la levadura de la malicia.
De manera análoga, durante su estancia en la tierra, el Señor quiso sufrir por todos los hombres, rescatarlos con su propia sangre, introducir la levadura celeste de su bondad en las almas de los creyentes humillados bajo el yugo del pecado. Quiso perfeccionar en estas almas la justicia de los preceptos y de todas las virtudes hasta que, penetradas de esta levadura, se unieran para el bien y formaran 'un sólo espíritu con el Señor'. El alma que está totalmente penetrada de la levadura del Espíritu Santo ya no puede albergar el mal y la malicia, tal como está escrito: 'El amor no lleva cuentas del mal'. Sin esta levadura celeste, sin la fuerza del Espíritu Santo, es imposible que el alma sea trabajada por la dulzura del Señor y llegue a la levadura verdadera".
San Macario
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