Al
este de Balazar (Portugal) se encuentra la Iglesia de Santa Eulalia y fue aquí
donde el 2 de abril, de 1904 fue bautizada Alejandrina María da Costa, habiendo
nacido el 30 de marzo del mismo año, miércoles de la Semana Santa. Hija de
campesinos muy devotos y trabajadores. Su padre muere poco tiempo después de su
nacimiento. Alejandrina creció con su hermana mayor, Deolinda, en un ambiente
de rústica sencillez y piedad.
Para el tiempo de hacer su Primera Comunión, a los siete años de edad,
Alejandrina ya había adquirido un profundo amor a la Eucaristía, visitando el
Santísimo Sacramento con inusual frecuencia y haciendo comuniones espirituales
en las ocasiones en las cuales no le era posible asistir a Misa diaria. En una
ocasión, una tía de Alejandrina que sufría de cáncer le pidió que se acordara
de ella en sus oraciones. La niña respondió con tal perseverancia y fervor, que
el hábito de la oración permaneció, desde entonces, en su joven alma...
Escribió ella mas tarde: "Siempre he tenido gran respeto por los
sacerdotes. Algunas veces me sentaba sobre las escalinatas en la entrada del
pueblo y veía a los sacerdotes caminar por la calle... Acostumbraba a
levantarme con respeto cuando ellos pasaban frente a mi. Ellos se quitaban el
sombrero y decían el tradicional "¡Que Dios te bendiga!". Me di
cuenta que las personas me miraban por lo que algunas veces me sentaba en el
mismo lugar, a propósito, para poder levantarme en el momento apropiado y
mostrar mi reverencia por los sacerdotes".
Como Santa María
Goretti, la mártir italiana de la pureza, Alejandrina se
expone a la muerte antes de ceder al pecado.
En 1918 ocurrió un acontecimiento que marcó la vida de Alejandrina para
siempre. Se encontraba en una habitación de la planta alta de su casa en
compañía de Deolinda y otra joven, tres hombres se acercaron y exigieron con
voz sugestiva que les dejaran pasar. Al asomarse Alejandrina por la ventana,
reconoció a unos de los hombres que había sido quien la acosara años atrás
cuando trabajaba en el campo. Rápidamente cerró la puerta pero los hombres
lograron entrar por una puerta de escape que había en el techo. Deolinda y la
otra joven pudieron escapar pero Alejandrina quedó acorralada por este hombre
en el esquinero de la habitación. Ella gritaba: "¡Jesús,
ayúdame!", azotándolo con su rosario. Detrás de ella
había una ventana, a unos 13 pies de altura sobre la planta baja. Era su única
salida. Ella prefirió lanzarse a una posible muerte antes que consentir a la
pasión baja de aquel hombre.
El golpe de la caída fue muy severo y el dolor era agudo. Rechinando sus
dientes agarró un trozo de madera y se arrastró hacia la casa. Su columna
vertebral fue lastimada irreparablemente. Alejandrina tenía 14 años. Fueron
largos los años de un dolor que aumentaba incesantemente, la incapacidad y la
depresión se incorporaron, pero jamás consintió la desesperación o el desfallecimiento.
Completamente paralizada, el 14 de abril, de 1924, quedó
postrada en cama de por vida, a los 20 años de edad. Su familia
desconsolada oraba por ella todas las noches. Se reunían alrededor de su cama,
prendían dos velas a la estatua de la Santísima Virgen y rezaban el rosario de
rodillas. Alejandrina pasaba el día meditando, orando y clamando a Nuestra
Santísima Madre por su sanación; le pedía a Jesús "su bendición desde el
cielo y desde todos los tabernáculos del mundo".
Por su creciente amor a la oración abandonó sus distracciones. Empezaba a
añorar una vida en mayor unión con Jesús. Esta unión que ella percibía solo se
podía dar orientando toda su incapacidad y enfermedad al amor de Jesús. La idea
de que el sufrimiento fuera su vocación no tardó en suscitarse. Al final de ese
mismo año, Alejandrina se encontraba sumergida en un deseo
inefable de ofrecerse a Dios como alma víctima por la conversión de los
pecadores.
Después de haber orado y discernido, se sintió confiada de que Nuestro Señor le
estaba llamando a vivir una vida de amor y reparación, ofreciendo
voluntariamente todos sus sufrimientos al Amado, por la conversión de los
pecadores. Como San Pablo, Alejandrina podía decir "Ahora me alegro por
los padecimientos que soporto por vosotros, y completo en mi carne lo que falta
a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia"
-Colosenses 1, 24.
Pudo entender que
Nuestro Señor también se encontraba prisionero en el tabernáculo. Este eslabón con Jesús le permitió visitarle en
espíritu y permanecer constantemente en Su presencia, amándole incesantemente,
orando, ofreciéndose como inmolación para consolar Su Sagrado Corazón y obtener
la conversión de los pecadores. Sumamente conmovida y sobrecogida en lágrimas, Alejandrina
suplicó a Nuestro Señor le permitiera sufrir hasta el límite de su tolerancia
si esto ayudara a los pecadores a librarse del fuego del infierno.
Alejandrina, ofreciendo así su pasión se
convierte en alma víctima por amor a la Eucaristía y la consagración al
Inmaculado Corazón, mensajes fundamentales de Fátima.
En respuesta a su valiente
petición, los dolores se empezaron a agudizar hasta convertirse en casi
insoportables. Noche tras noche, con fiebre muy alta, Alejandrina permanecía
despierta, recostaba la cabeza sobre su almohada y con sus manos apretaba
fuertemente el rosario como exprimiendo alivio de sus cuentas: "Oh,
Jesús", exclamaba en sollozos repitiendo la oración enseñada por Nuestra
Señora en Fátima, "es porque te amo, por la conversión de los pecadores y
en reparación por las ofensas al Inmaculado Corazón de María".
Vive la Pasión de
Jesucristo
Alejandrina experimentó 180
éxtasis de la Pasión que eran precedidos por muchas horas de terror que se
hacían sobrecogedoras a medida que el mediodía del Viernes Santo se acercaba.
El miedo era generalmente acompañado por una inmensa tristeza, nausea y una
sensación de terrible aislamiento. Por siete años no pudo olvidar su primera
crucifixión. Escribe: "Todo parecía estar presente frente a mi, sentía el
miedo y el horror de esas horas amargas, la ansiedad de mi director espiritual
a mi lado y las lágrimas de mi familia aterrorizada".
Minutos después del mediodía
del 3 de octubre, de 1938, Nuestro Señor la invitó a sumergirse en Su Pasión: "Ves
hija mía, el Calvario esta listo, ¿aceptas?". Alejandrina
valientemente aceptó. Testigos aguantaban la respiración mientras ella entraba
en éxtasis y, recobrando el uso de sus miembros paralizados, casi levitó de la
cama y emprendió los movimientos de agonía del Getsemaní al Calvario. Los
éxtasis de la Pasión fueron filmados y las imágenes forman parte importante
para la causa de su beatificación en Roma.
Al terminar uno de los éxtasis
a las 3.00 p.m., Alejandrina levantó sus brazos en acción de gracias e
inmediatamente, agotada en horror, lloró: "¡¡No Jesús, No Jesús,
crucifícame!!". ¡¡Perdón, perdón, perdón!!! Ellos tienen el mismo derecho
que tengo yo, porque tu moriste en la cruz por ellos, como lo hiciste por mi.
Jesús no quiero que ningún alma vaya al infierno. Te amo por ellos. Perdónalos,
Jesús, acuérdate de mi en mi crucifixión. El infierno es la mas terrible
bajeza". Este relato nos recuerda uno de los diálogos de la mística Santa Gemma Galgani a fines del siglo XIX.
Días después, Alejandrina
sufrió dolores atroces, empezó a vomitar sangre y fue torturada por una sed tan
fogosamente intensa que el agua no saciaba; no podía ni siquiera tragar una
gota. Empezó a percibir, literalmente, el "fuerte olor del pecado":
"Eran olores increíblemente repugnantes" recuerda en su
autobiografía. "me traían violetas y perfumes para acercarlos a mi nariz,
pero los apartaba porque todavía estaba atormentada por ese vil olor. Solo el
recuerdo de estas cosas me hacen sufrir".
Se alimenta
exclusivamente de la Eucaristía
Un día escuchó la voz del
Señor que le decía: "No te alimentarás mas con comida en la
tierra. Tu comida será mi Carne, tu bebida será mi Divina Sangre, tu vida será
mi Vida. Tu la recibes de mi cuando uno mi corazón al tuyo. No tengas miedo, ya
no serás mas crucificada como en el pasado, ahora nuevas pruebas te esperan que
serán las mas dolorosas. Pero al final yo te llevaré al cielo y la Santísima
Madre te acompañará".
Su último éxtasis de la Pasión
ocurrió el 27 de marzo, de 1942 en la fiesta de Nuestra Señora de los
Dolores. Durante los últimos trece años de su vida,
Alejandrina no comió, ni bebió nada. Se alimentaba únicamente de la Eucaristía. Su
sed solo podía ser saciada por Dios mismo. Fue sometida a muchos estudios
médicos, el último firmado por el profesor Joao Marques, maestro de Ciencias
Médicas en la Universidad de Pernambuco, conferencista calificado para la facultad
de dicha institución, profesor de la rama de nutrición de la Escuela de
Servicio Sociales y presidente de la Sociedad de Gastroenterología y Nutrición
en Pernambuco.
Alejandrina compartió a su
director espiritual lo que Nuestro Señor le había dicho: "Estás
viviendo solo de la Eucaristía porque quiero mostrarle al mundo entero el poder
de la Eucaristía y el poder de Mi vida en las almas".
Durante su larga agonía
escuchó la voz del Señor que le decía: "Dame tus manos porque
quiero clavarlas con las mías. Dame tu cabeza porque quiero coronarle con mis
espinas como me hicieron a Mí. Dame tu corazón porque quiero traspasarle con
una lanza, como me traspasaron el mío. Abandónate completamente en Mi...
Ayúdame el la redención de la humanidad".
Santa Muerte
Alejandrina muere poco después
de recibir la Sagrada Eucaristía, el 13 de octubre de 1955, en el 38
aniversario del milagro del sol en Fátima. Sus últimas palabras, entre
murmuraciones, antes de morir fueron: "No lloren por mi, hoy
soy inmensamente feliz... por fin me voy al Cielo". Y
a los sacerdotes, peregrinos y periodistas que abarrotaban el lugar, le dio un
mensaje que debe mover a toda la humanidad: "No
pequen mas. Los placeres de esta vida valen NADA. Reciban la Comunión; recen el
rosario todos los días. Esto, lo resume TODO".
Poco antes de morir,
Alejandrina pidió se le enterrara mirando hacia el tabernáculo de la Iglesia,
diciendo: "En la vida siempre deseé estar unida a Jesús en el Santísimo
Sacramento y mirar hacia el tabernáculo cuantas veces me fuera posible, después
de mi muerte quiero seguir contemplándole, teniendo por siempre mi mirada fija
en Nuestro Señor Eucarístico".
También dictó a su hermana
Deolinda su epitafio, el que actualmente se encuentra
gravado sobre su tumba: "Pecadores: Si las cenizas de mi cuerpo pueden ser
útiles para salvarte, acércate. Si es necesario pisotéalas hasta que
desaparezcan pero no peques nunca mas. No ofendas mas a Nuestro amado Señor.
Conviértete. No pierdas a Jesús por toda la Eternidad. ¡¡El es tan bueno!!.
El Santo Padre Juan Pablo II la beatificó el 25 de abril de 2004 y su fiesta litúrgica es el 13 de octubre.
Fuente: http://www.corazones.org
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