"Oh Señor y Creador del universo y especialmente del hombre, creado a tu imagen; Dios de los hombres, Padre, Señor de la vida y de la muerte; Tú conservas y colmas de beneficios nuestras almas; Tú los acabas y transformas todo con la obra de tu Verbo, en la hora establecida y según la disposición de tu sabiduría; acoge hoy a nuestros hermanos difuntos como a las primicias de nuestra peregrinación...
Ojalá nos acojas también a nosotros, en el momento que te plazca, después de habernos guiado y mantenido en la carne, el tiempo que te parezca útil y saludable. Ojalá nos acojas preparados por tu temor, sin turbación y sin vacilación, en el último día. Haz que no dejemos con pena las cosas de la tierra, como acaece a los que están demasiado asidos al mundo y a la carne; haz que nos dirijamos resueltos y felices hacia la vida perenne y bienaventurada, que se halla en Cristo Jesús, Señor nuestro, de quien es la gloria por los siglos de los siglos. Amén".
San Gregorio Nazianceno, doctor de la Iglesia.
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