viernes, 2 de noviembre de 2012

Oración de súplica


Foto: APRENDIENDO A ORAR

"¡Oh almas que ya gozáis sin temor de vuestro gozo y estáis siempre embebidas en alabanzas de mi Dios! Venturosa fue vuestra suerte. Qué gran razón tenéis de ocuparos siempre en estas alabanzas y qué envidia os tiene mi alma, que estáis ya libres del dolor que dan las ofensas tan graves que en estos desventurados tiempos se hacen a mi Dios, y de ver tanto desagradecimiento, y de ver que no se quiere ver esta multitud de almas que lleva Satanás.

¡Oh bienaventuradas almas celestiales! Ayudad a nuestra miseria y sednos intercesores ante la divina misericordia, para que nos dé algo de vuestro gozo y reparta con nosotras de ese claro conocimiento que tenéis.

Dadnos, Dios mío, Vos a entender qué es lo que se da a los que pelean varonilmente en este sueño de esta misrable vida. Alcanzadnos, oh ánimas amadoras, a entender el gozo que os da ver la eternidad de vuestros gozos, y cómo es cosa tan deleitosa ver cierto que no se han de acabar...

¡Oh ánimas bienaventuradas, que tan bien os supisteis aprovechar, y comprar heredad tan deleitosa y permaneciente con este precioso precio!, decidnos: ¿cómo granjeabais con él bien tan sin fin? Ayudadnos, pues estáis tan cerca de la fuente: coged agua para los que acá perecemos de sed".

Sta Teresa de Jesús, doctora de la Iglesia.

"Oh Señor y Creador del universo y especialmente del hombre, creado a tu imagen; Dios de los hombres, Padre, Señor de la vida y de la muerte; Tú conservas y colmas de beneficios nuestras almas; Tú los acabas y transformas todo con la obra de tu Verbo, en la hora establecida y según la disposición de tu sabiduría; acoge hoy a nuestros hermanos difuntos como a las primicias de nuestra peregrinación...

Ojalá nos acojas también a nosotros, en el momento que te plazca, después de habernos guiado y mantenido en la carne, el tiempo que te parezca útil y saludable. Ojalá nos acojas preparados por tu temor, sin turbación y sin vacilación, en el último día. Haz que no dejemos con pena las cosas de la tierra, como acaece a los que están demasiado asidos al mundo y a la carne; haz que nos dirijamos resueltos y felices hacia la vida perenne y bienaventurada, que se halla en Cristo Jesús, Señor nuestro, de quien es la gloria por los siglos de los siglos. Amén".

San Gregorio Nazianceno, doctor de la Iglesia.

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