domingo, 15 de diciembre de 2013

El obispo Fulton Sheen y su amor hacia Jesús Eucarístico



"El punto más importante de cada retiro o sermón predicado por el obispo Sheen, era estimular a cada persona a que se esforzara a hacer una hora santa diaria.  Antes de morir lo entrevistaron en la televisión.  Le preguntaron quién lo había inspirado: ¿un Papa, un cardenal, un obispo, un Sacerdote, o quizás una monja?

Él contestó que no.  Quien lo había inspirado a hacer una hora santa diaria fue una jovencita.  Cuando los comunistas se apoderaron de China entraron a una iglesia, arrestaron al Sacerdote y lo recluyeron en su propia casa convirtiéndola en su cárcel.  Luego fueron a la iglesia, destrozaron el Sagrario, tiraron las Sagradas Formas por el piso y se marcharon.

Ellos no vieron a una niña que estaba de rodillas en oración.  Era tan pequeña que ni la notaron.  Por la noche ella volvió en silencio, moviéndose sigilosamente pasó la guardia en la casa del Sacerdote, antes de entrar en la oscura y fría iglesia.

Una vez allí, rezó de rodillas una hora santa antes de ir a recibir a su Dios y Señor en la Santa Comunión.  En aquella época, la Comunión sólo se administraba en la boca y sólo estaba permitido recibirla una vez por día.

Esta fue la razón por la que la niña volvía todas las noches hasta que todas las hostias sagradas fueron consumidas.  Ella de rodillas se agachaba al suelo y recibía a Jesús en la lengua.  Todo esto fue presenciado por el párroco que la veía a la luz de la luna desde su ventana.

El Sacerdote sabía exactamente cuantas hostias había en el copón porque él mismo las había contado y consagrado.  Cuando la última hostia hubo sido consumida en la trigésima sexta    noche, la niña fue descubierta por los guardias en el momento en que se estaba retirando.  La apresaron y la mataron a golpes.

El Sacerdote sobrevivió para contar la historia.  El obispo Sheen escuchó esta historia cuando era seminarista y prometió a Dios hacer una hora santa durante todos los días de su vida sacerdotal, una promesa que mantuvo hasta que murió a la edad de ochenta y dos años.  Para ese entonces ya había inspirado a innumerables obispos y sacerdotes a hacer lo mismo.  Pocos saben que fue una persona joven la que lo inspiró."


Monseñor Pepe. Cartas a un hermano sacerdote. 

2 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Realmente fantástico este testemunho! Obrigada por participar de nosso blog, Paróquia Jesus Ressuscitado! Bem-vindos!

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