Tú, que
revelaste a Juan
tus
misterios más secretos
y los altos vericuetos
que mis ojos no verán,
haz que yo
logre entender
cuanto
Juan nos ha contado.
Déjame,
Señor, poner
mi cabeza
en tu costado.
Tú, que en
el monte Calvario
entre sus
manos dejaste
el más
santo relicario:
la carne
donde habitaste;
Tú que le
dejaste ser
el hijo
bienadoptado,
déjame,
Señor, poner
mi cabeza
en tu costado.
Y tú,
Juan, que a tanto amor
con amor
correspondiste
y la vida
entera diste
por tu
Dios y tu Señor,
enséñame a
caminar
por donde
tú has caminado.
Enséñame a
colocar
la cabeza
en su costado.
Amén.
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