Siendo niño realizó una travesura que su mamá le reprochó. Tiempo después, la madre vio que el pequeño Kolbe había cambiado de actitud y que frecuentemente oraba llorando ante un pequeño altar que tenía escondido entre dos roperos.
La madre preocupada le pidió que le contara todo. Entonces, temblando de emoción y con los ojos llenos de lágrimas le dijo: “Mamá, cuando me reprochaste, pedí mucho a la Virgen que me dijera lo que sería de mí. Lo mismo en la Iglesia, le volví a rogar. Entonces se me apareció la Virgen, teniendo en las manos dos coronas: una blanca y otra roja”.
“La blanca significaba que perseveraría en la pureza y la roja que sería mártir. Contesté que las aceptaba… (las dos). Entonces la Virgen me miró con dulzura y desapareció”.
Este hecho marcó profundamente la vida de Maximiliano, quien se volvió un gran devoto de la Virgen Inmaculada e ingresó a la Orden de los Franciscanos.
Estando como estudiante en Roma, funda la “Milicia de la Inmaculada” con la finalidad de promover el amor y el servicio a la Virgen y la conversión de las almas a Cristo. De regreso a Polonia, publica la revista mensual “Caballero de la Inmaculada”.
En 1929 funda la "Ciudad de la Inmaculada" en el convento franciscano de Niepokalanów, a 40 kilómetros de Varsovia. Tiempo después se ofrece como voluntario para ir al Japón. Estando allá funda una nueva ciudad de la Inmaculada ("Mugenzai No Sono") y publica la revista “Caballero de la Inmaculada” en japonés.
Regresa a Polonia en plena Segunda Guerra Mundial, es apresado y enviado a campos de concentración. Cierto día se escapa un prisionero y los alemanes, para dar muestra de severidad, escogen a 10 prisioneros que son condenados a morir de hambre. El décimo número le tocó al sargento Franciszek Gajowniczek, polaco también, quien exclamó: “Dios mío, yo tengo esposa e hijos”.
Ante esto, el P. Maximiliano ofrece intercambiarse por el condenado. El sacerdote es llevado a un subterráneo, donde alienta constantemente a los demás presos a seguir unidos en la oración. Todos mueren y solo él queda vivo. Al final, le aplican una inyección letal que acaba con su vida.
Su máximo deseo era: “Concédeme alabarte, Virgen santa, concédeme alabarte con mi sacrificio. Concédeme por ti, solo por ti, vivir, trabajar, sufrir, gastarme, morir…”
El Papa Pablo VI lo declaró Beato y fue canonizado por San Juan Pablo II, su paisano, quien dijo que “Maximiliano Kolbe hizo como Jesús, no sufrió la muerte sino que donó la vida”.
Fuente: http://www.aciprensa.com/noticias/hoy-la-iglesia-celebra-a-san-maximiliano-kolbe-el-martir-que-ofrecio-su-vida-por-un-padre-de-familia-29348/#.U-1G-8VdVA1