"Quiero seguir escribiéndote hasta que, por la gracia de Dios, empieces a hacer una hora santa por
día y tengas adoración perpetua en tu parroquia.
Es solo cuestión de fe. ¡Fe en que el Santísimo Sacramento es realmente la persona de Jesús, aquí con nosotros, en este mismo lugar y en este mismo momento!. Tomás no creyó que Jesús había resucitado. “Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi mano en su costado no creeré” (Jn 20,25).
Por esta razón se le llama: “Tomás el incrédulo”. ¿Quien es hoy “Tomás el incrédulo”?. La gente cree en la resurrección, pero ¿sabe dónde vive el Señor resucitado? Hoy “Tomás el incrédulo” es aquel que no cree que el Santísimo Sacramento ES Jesús, nuestro Salvador Resucitado, con todo el poder de su Resurrección que derrama gracias abundantes sobre todos aquellos que se acercan a Su divina presencia!
Muchos dirán que “sí”, que creen en la presencia real. Pero la fe es mucho más que una aprobación intelectual. La fe es inseparable del modo de actuar. Si creemos que Jesús está presente en el Santísimo Sacramento, entonces actuamos de acuerdo a nuestra fe. Vamos a Él, nos acercamos a Él, corremos hacia Él. San Pablo dice “La fe es garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven” (Hb 11,1).
Si pudieras ver a Jesús en el Santísimo Sacramento, ¿no reservarías una hora todos los días para estar con Él? Si pudieras verLo como realmente es, ¿no tendrías adoración perpetua en tu parroquia? Sería imposible detenerlo, porque el mundo entero vendría día y noche a verLo y estar con Él.
Imagínate lo que sucedería si Jesús se hiciera visible en el Santísimo Sacramento. Todo el mundo querría tomar el primer vuelo para ir a tu parroquia. Y, ¿no le diría Jesús, a cada uno, lo que le dijo al apóstol Tomás: Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído (Jn 20,29). Jesús se aparece a Tomás para que éste pueda creer que Cristo ha resucitado. La maravilla más grande de Su Amor es que Él no se te aparezca a ti, mi querido amigo.
En lugar de eso, Jesús te espera en el Santísimo Sacramento. Él quiere que vayas a Él por la fe, para que por toda la eternidad, te pueda llamar "DICHOSO". Su Amor es demasiado grande para decir: "Acerca aquí tu dedo y mira Mis manos; trae tu mano y métela en Mi costado y no seas incrédulo sino creyente" (Jn 20,27).
Cree que el Santísimo Sacramento es el mismo que dijo estas palabras a Tomás, el mismo Jesús que atravesó las puertas cerradas y que se presentó en medio de los apóstoles y les dijo: "La paz esté con vosotros".
Ésta es la paz que Jesús quiere que tengas en tus horas santas. La experiencia de esta paz es mejor que si Jesús te mostrara sus llagas. Sus llagas en el Santísimo Sacramento ya no son horribles. Son ahora la belleza del paraíso, brillan más gloriosamente que el sol; son fuente de gracia.
Jesús quiere darte la plenitud de estas gracias, por venir a Él por la fe. Por eso es mejor que Él no te muestre sus llagas visibles, como al apóstol Tomás, porque quiere derramar sobre ti las gracias invisibles de estas llagas con todo el mérito, toda la gloria, la belleza y el amor salvífico que emanan de ellas.
Con cada hora santa que hagas, le estás diciendo a Jesús: "Señor mío y Dios mío" (Jn 20,28). Y cada vez Él te dice: "Dichoso eres porque no has visto y has creído".
Fuente: Mons. Pepe. Cartas a un hermano sacerdote. Adaptado