"Deseo decir tres palabras
al alma que desea decididamente tender hacia la santidad y obtener frutos, es
decir, provecho de la confesión.
La primera, total sinceridad y apertura. El más santo y más sabio confesor no puede infundir por la fuerza en el alma lo que él desea si el alma no es sincera y abierta. El alma insincera, cerrada se expone a un gran peligro en la vida espiritual y el Señor Jesús Mismo no se ofrece a tal alma de modo superior, porque sabe que ella no sacaría ningún provecho de estas gracias particulares.
La segunda palabra, la humildad. El alma no
saca el debido provecho del sacramento de la confesión si no es humilde. La
soberbia mantiene al alma en la oscuridad. Ella no sabe y no quiere penetrar
exactamente en lo profundo de su miseria, se enmascara y evita todo lo que la
debería sanar.
La tercera palabra es la obediencia. El alma desobediente no
conseguirá ninguna victoria, aunque el Señor Jesús Mismo la confiese
directamente. El más experto confesor no ayudará nada a tal alma. El alma
desobediente se expone a gran peligro y no progresará nada en la perfección y
no se defenderá en la vida espiritual. Dios colma generosamente con gracias al
alma, pero al alma obediente."
Santa Fautina Kowalska. Diario n° 113
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