sábado, 30 de junio de 2012

Oración a la Virgen María

María, dulce refugio de los pecadores,
cuando mi alma esté para dejar este mundo,
Madre mía, por el dolor que sentiste
asistiendo a vuestro Hijo que moría en la cruz,
asísteme también con tu misericordia.
Arroja lejos de mí a los enemigos infernales
y ven a recibir mi alma
y presentarla al Juez eterno.
No me abandones, Reina mía.
Tú, después de Jesús, has de ser
quien me reconforte en aquel trance.
Ruega a tu amado Hijo que me conceda,
por su bondad, morir abrazado a sus pies
y entregar mi alma
dentro de sus santas llagas, diciendo:
Jesús y María, os doy el corazón y el alma mía.

San Alfonso María de Ligorio

viernes, 29 de junio de 2012


Jesús mío,
ahora he visto
que todo lo del mundo es vanidad,
que sólo una cosa es necesaria:
amarte y servirte con fidelidad,
parecerme y asemejarme en todo a Ti.
En eso consistirá toda mi ambición.
Quiero pasar contigo
por todas las afrentas con alegría.
Y si por mi flaqueza caigo, Jesús querido,
te miraré en tu subida al Calvario
y ayudada por Ti me levantaré.
No permitas que te ofenda
ni aún levemente.
Prefiero mil muertes
antes que darte la más ligera pena.

Sta Teresa de los Andes


¿Qué gracias os daremos, oh bienaventurados apóstoles, por tantas fatigas como por nosotros habéis soportado? Me acuerdo de ti, oh Pedro, y quedo atónito; me acuerdo de ti, oh Pablo, y... me desahogo en lágrimas. No sé qué decir, ni sé proferir palabra contemplando vuestros sufrimientos. ¡Cuántas prisiones habéis santificado, cuántas cadenas habéis honrado, cuántos tormentos sostenido, cuántas maldiciones tolerado! ¡Qué lejos habéis llevado a Cristo! ¡Cómo habéis alegrado las iglesias con vuestra predicación! Vuestras lenguas son instrumentos benditos; vuestros miembros se cubrieron de sangre por la Iglesia. ¡Habéis imitado a Cristo en todo!...

Gózate, Pedro, que se te concedió gustar el leño de la cruz de Cristo. Y a semejanza del Maestro quisiste morir crucificado, pero no erecto como Cristo el Señor, sino cabeza abajo, como emprendiendo el camino de la tierra al cielo. Dichosos los clavos que atravesaron miembros tan santos. Tú con toda confianza encomendaste tu alma a las manos del Señor, tú que le serviste asiduamente a Él y a la Iglesia su esposa, tú que, fidelísimo entre todos los apóstoles, amaste al Señor con todo el ardor de tu espíritu.

Gózate también tú, oh bienaventurado Pablo, cuya cabeza sesgó la espada y cuyas virtudes no se pueden explicar con palabras. ¿Qué espada pudo atravesar tu santa garganta, ese instrumento del Señor, admirado del cielo y de la tierra?... Esa espada sea para mí como una corona, y los clavos de Pedro como joyas engastadas en una diadema.

San Juan Crisóstomo

jueves, 28 de junio de 2012



"No os asombréis por las tempestades presentes. La barca de Pedro ha visto muchas. Pensad en la noche del día en que fueron martirizados san Pedro y san Pablo. ¡Qué oscura debía parecer para la pequeña cristiandad! Los primeros cristianos no se desanimaron. A nosotros, que tenemos para fortificar nuestra fe dieciocho siglos (ahora son 20), de vida de la Iglesia, ¡qué pequeños nos deben parecer estos esfuerzos del infierno, de los cuales Jesús ha dicho que no prevalecerán! Estamos con el Omnipotente, y los enemigos no tienen más poder que aquel que a Él le place darles para ejercitarnos, santificarnos, hacernos conquistar victorias espirituales las solas verdaderas y eternas- para su Iglesia y sus elegidos.

Pero volvamos al Evangelio: si no vivimos del Evangelio, Jesús no vive en nosotros. Volvamos a la pobreza, a la sencillez cristiana. Después de diecinueve años fuera de Francia, lo que más me ha llamado la atención al volver unos días a ella ha sido el progreso que ha experimentado -en todas las clases de la sociedad, sobre todo en la clase menos rica y aun en familias muy cristianas- en el gusto de distracciones mundanas y frívolas, completamente en desacuerdo con la vida cristiana. El peligro está en nosotros y no en nuestros enemigos. Nuestros enemigos no pueden más que hacernos conquistar victorias. El mal sólo podemos recibirlo de nosotros mismos. Volver al Evangelio es el remedio."

Beato Carlos de Foucauld, mártir


¿Qué hay para nosotros más dulce, hermanos muy amados, que esta voz del Señor que nos invita? Ved cómo el Señor, con su amor paternal, nos muestra el camino de la vida; si queremos tener nuestra morada en las estancias de su reino, hemos de tener presente que para llegar allí debemos caminar aprisa por el camino de las buenas obras; si no, no llegaremos jamás. Como el profeta, interroguemos al Señor con estas palabras: "Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda y habitar en tu monte santo?". Escuchemos la respuesta del Señor y cómo nos enseña el camino hacia esta morada: "El que procede honradamente y practica la justicia, el que tiene intenciones leales, el que no hace mal a su prójimo ni difama al vecino".

El temor del Señor hace que estos hombres no se enorgullezcan de su buenan conducta; están seguros de que lo que en ellos hay de bueno no viene de sí mismos, sino del Señor: "No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria". Y el Señor dice en el Evangelio: "El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca". Sabiendo esto, el Señor espera de nosotros que cada día respondamos con nuestros actos a sus santos consejos. Porque los días de esta vida se nos dan como un plazo de tiempo para corregir lo que de malo hay en nosotros.

San Benito, abad.

miércoles, 27 de junio de 2012

¡Querido Jesús! Ayúdame a esparcir tu fragancia adondequiera que vaya


"¡Querido Jesús! Ayúdame a esparcir tu fragancia adondequiera que vaya. Inunda mi alma de tu espíritu y vida. Penetra en mi ser y aduéñate de tal manera de mí, que mi vida sea irradiación de la tuya.

Ilumina por mi medio y toma posesión de mí de tal manera que cada alma con la que entre en contacto pueda sentir tu presencia en mí. Que no me vean a mí, sino a Ti en mí. 

Permanece en mí de manera que brille con tu luz y que mi luz pueda iluminar a los demás. Toda mi luz vendrá de Ti, oh Jesús. Ni siquiera el rayo más leve será mío. Tú, por mi medio, iluminarás a los demás.

Pon en mis labios la alabanza que más te agrada, iluminando a otros a mi alrededor. Que no te pregone con palabras, sino con el ejemplo de mis actos,con el destello visible del amor que de Ti viene a mi corazón. Amén." 

Cardenal Newman

martes, 26 de junio de 2012

Alma de Cristo



Alma de Cristo, santifícame.
Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Agua del costado de Cristo, lávame.
Pasión de Cristo, confórtame.
¡Oh, buen Jesús!, óyeme.
Dentro de tus llagas, escóndeme.
No permitas que me aparte de Ti.
Del enemigo, defiéndeme.
En la hora de mi muerte, llámame.
Y mándame ir a Ti.
Para que con tus santos te alabe.
Por los siglos de los siglos. Amén.




lunes, 25 de junio de 2012

Orar



"Dios mío, Tú nos dices que para orar no debemos considerarnos obligados a recitar oraciones vocales, sino que basta hablar interiormente en la oración mental; ni siquiera es necesario decirte interiormente palabras en esta oración, sino que basta con permanecer amorosamente a tus pies, contemplándote y fomentando, arrodillados ante Ti, sentimientos de admiración, de compasión, de entrega, de deseo de tu gloria..., sentimientos de caridad, deseo de verte, y en fin todos los sentimientos que sabe inspirar el amor. Esta oración ardiente, aunque muda, es excelente... La oración consiste, como dice Santa Teresa, no en hablar mucho, sino en amar mucho; y es lo que consta también de tus palabras...
¡Oh Jesús!, que yo sepa amar y practicar cada día esta oración solitaria y secreta, en la cual nadie nos ve sino nuestro Padre celestial, en la cual nos encontramos a solas con Él... coloquio secreto y delicioso en que damos suelta a nuestros afectos con libertad, lejos de las miradas de los demás."



Beato Carlos de Foucauld


"Cuando un hombre se humilla por sus defectos, entonces fácilmente aplaca a los otros, y sin dificultad satisface a los que lo odian. Dios defiende y libra al humilde; al humilde ama y consuela; al hombre humilde se inclina; al humilde le concede su gracia y, después de su abatimiento, lo levanta a gran honra. Al humilde descubre sus secretos, lo atrae dulcemente a sí y le convida. El humilde, recibida la ofensa, está en paz, porque está en Dios y no en el mundo.

Ponte primero a ti en paz, y después podrás apaciguar a los otros. El hombre pacífico aprovecha más que el muy letrado. El hombre apasionado aun el bien lo convierte en mal, y de ligero cree lo malo. El hombre bueno y pacífico todas las cosas echa a la parte buena.

El que está en buena paz de ninguno sospecha. El descontento y alterado con diversas sospechas se atormenta: ni él se sosiega ni deja descansar a los otros. Dice muchas veces lo que no debiera, y deja de hacer lo que más le convendría. Piensa lo que otros deben hacer, y deja él sus obligaciones. Ten, pues, primero celo contigo, y después podrás tener buen celo con el prójimo."

Tomás de Kempis

domingo, 24 de junio de 2012



"El 24 de junio celebramos la solemnidad del Nacimiento de san Juan Bautista. Con excepción de la Virgen María, Juan el Bautista es el único santo del que la liturgia celebra el nacimiento, y lo hace porque está estrechamente relacionado con el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios. Desde el vientre materno, ya Juan es el precursor de Jesús: su concepción milagrosa se le anuncia a María como una señal de que "no hay nada imposible para Dios" (Lc. 1,37), seis meses antes del gran prodigio que nos da la salvación, la unión de Dios con el hombre por obra del Espíritu Santo. Los cuatro Evangelios dan gran relieve a la figura de Juan el Bautista, como un profeta que termina el Antiguo Testamento e inaugura el Nuevo, identificando en Jesús de Nazaret al Mesías, el Ungido del Señor. De hecho, será Jesús mismo el que hablará de Juan con estas palabras: "Este es de quien está escrito: He aquí, que yo envío mi mensajero delante de ti / que preparará tu camino por delante de ti. En verdad les digo que no ha surgido entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él." (Mt. 11,10-11)

El padre de Juan, Zacarías --marido de Isabel, pariente de María-- era sacerdote del culto judío. Él no creyó de inmediato en el anuncio de una paternidad así inesperada, y por esto se mantuvo mudo hasta el día de la circuncisión del niño, al que él y su esposa dieron el nombre dado por Dios, es decir, Juan, que significa "el Señor da la gracia". Animado por el Espíritu Santo, Zacarías habló así de la misión de su hijo: "Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo / pues irás delante del Señor para preparar sus caminos, / y dar a su pueblo el conocimiento de la salvación / mediante el perdón de sus pecados" (Lc. 1,76-77). Todo esto se hizo evidente treinta años más tarde, cuando Juan comenzó a bautizar en el río Jordán, llamando al pueblo a prepararse, con aquel gesto de penitencia, a la inminente venida del Mesías, que Dios le había revelado durante su permanencia en el desierto de la Judea. Por esto fue llamado "Bautista", es decir, "Bautizador" (cf. Mt. 3,1-6).



Cuando un día Jesús mismo viene de Nazaret a ser bautizado, Juan se negó al principio, pero luego aceptó y vio al Espíritu Santo posarse sobre Jesús y oyó la voz del Padre Celestial que proclamaba a su Hijo (cf. Mt. 3,13-17). Pero su misión no estaba aún cumplida: poco tiempo después, se le pidió que precediera a Jesús también con una muerte violenta: Juan fue decapitado en la prisión del rey Herodes, y así dar testimonio pleno del Cordero de Dios, que antes había reconocido y señalado públicamente.



Queridos amigos, la Virgen María ayudó a su anciana pariente Isabel a llevar a término el embarazo de Juan. Que ella nos ayude a todos a seguir a Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios, que el Bautista anunció con gran humildad y celo profético."

Papa Benedicto XVI

¡Señor Dios, amado mío!



¡Señor Dios, amado mío! Si todavía te acuerdas de mis pecados para no hacer lo que te ando pidiendo, haz en ellos, Dios mío, tu voluntad, que es lo que yo más quiero, y ejercita tu bondad y misericordia y serás conocido en ellos. Y si es que esperas a mis obras para por ese medio concederme mi ruego, dámelas tú y óbramelas, y las penas que tú quisieras aceptar, y hágase. Y si a las obras mías no esperas, ¿qué esperas, clementísimo Señor mío?; ¿por qué te tardas? Porque si, en fin, ha de ser gracia y misericordia la que en tu Hijo te pido, toma mi cornadillo , pues le quieres, y dame este bien, pues que tú también lo quieres. 


San Juan de la Cruz

sábado, 23 de junio de 2012


¡Oh deleite mío, Señor de todo lo criado y Dios mío! ¿Hasta cuándo esperaré ver vuestra presencia? ¿Qué remedio dais a quien tan poco tiene en la tierra para tener algún descanso fuera de Vos? ¡Oh vida larga!, ¡oh vida penosa!, ¡oh vida que no se vive!, ¡oh qué sola soledad!, ¡qué sin remedio! Pues, ¿cuándo, Señor, cuándo?, ¿hasta cuándo? ¿qué haré, Bien mío, qué haré? ¿Por ventura desearé no desearos? ¡Oh mi Dios y mi Criador, que llagáis y no ponéis la medicina; herís y no se ve la llaga; matáis, dejando con más vida! En fin, Señor mío, hacéis lo que queréis como poderoso. Pues un gusano tan despreciado, mi Dios, ¿queréis sufra estas contrariedades? Sea así, mi Dios, pues Vos lo queréis, que yo no quiero sino quereros. 

Mas ¡ay, ay, Criador mío, que el dolor grande hace quejar y decir lo que no tiene remedio hasta que Vos queráis! Y alma tan encarcelada desea su libertad, deseando no salir un punto de lo que Vos queréis. Quered, gloria mía, que crezca su pena, o remediadla del todo. ¡Oh muerte, muerte, no sé quién te teme, pues está en ti la vida! Mas ¿quién no temerá habiendo gastado parte de ella en no amar a su Dios? Y pues soy ésta, ¿qué pido y qué deseo? ¿Por ventura el castigo tan bien merecido de mis culpas? No lo permitáis Vos, bien mío, que os costó mucho mi rescate. 


¡Oh ánima mía! Deja hacerse la voluntad de tu Dios; eso te conviene. Sirve y espera en su misericordia, que remediará tu pena, cuando la penitencia de tus culpas haya ganado algún perdón de ellas; no quieras gozar sin padecer. ¡Oh verdadero Señor y Rey mío!, que aun para esto no soy, si no me favorece vuestra soberana mano y grandeza, que con esto todo lo podré. 

Santa Teresa de Jesús, doctora de la Iglesia

viernes, 22 de junio de 2012

Ábreme, oh Jesús, tu Sagrado Corazón, úneme a él para siempre



Ábreme, oh Jesús, tu Sagrado Corazón. Muéstrame sus encantos. Úneme a Él para siempre. Que todas las respiraciones y palpitaciones de mi corazón, aun cuando esté durmiendo, te sirvan de testimonio de mi amor y te digan sin cesar: Señor, te amo. Recibe el poco bien que hago, dame tu gracia para reparar el mal que he hecho y para que te ame en el tiempo y te alabe por toda la eternidad. Amén.

Beato Pío IX

jueves, 21 de junio de 2012


¡Señor Dios, amado mío! Si todavía te acuerdas de mis pecados para no hacer lo que te ando pidiendo, haz en ellos, Dios mío, tu voluntad, que es lo que yo más quiero, y ejercita tu bondad y misericordia y serás conocido en ellos. 

Y si es que esperas a mis obras para por ese medio concederme mi ruego, dámelas tú y óbramelas, y las penas que tú quisieras aceptar, y hágase. 
Y si a las obras mías no esperas, ¿qué esperas, clementísimo Señor mío?; ¿por qué te tardas? Porque si, en fin, ha de ser gracia y misericordia la que en tu Hijo te pido, toma mi cornadillo , pues le quieres, y dame este bien, pues que tú también lo quieres. ¿quién se podrá librar de los modos y términos bajos si no le levantas tú a ti en pureza de amor, Dios mío? ¿cómo se levantará a ti el hombre, engendrado y criado en bajezas, si no le levantas tú, Señor, con la mano que le hiciste? No me quitarás, Dios mío, lo que una vez me diste en tu único Hijo Jesucristo, en que me diste todo lo que quiero. Por eso me holgaré que no te tardarás si yo espero. ¿con qué dilaciones esperas, pues desde luego puedes amar a Dios en tu corazón? 

San Juan de la Cruz


Dios mío, no puedo hacer otra cosa que caer de rodillas junto con el revelador del misterio de la gracia, suplicándote, Padre mío, aumentes mediante tu Espíritu Santo mis capacidades espirituales, la fe y la caridad, para que pueda contemplar la anchura y la longitud, la altura y la profundidad de la caridad de Cristo, y darme cuenta de que supera toda inteligencia y que debo dejarme invadir por la efusión de la vida divina.


Oh Padre, viva en mí Jesús y por medio suyo tendré parte en tu amor. Yo no soy puro, pero la sangre de tu Hijo me purifica; estoy alejado de Ti, en tinieblas, en mentira y en muerte, pero Él es el Camino, la Verdad y la Vida. Enséñame a dejarme a mí mismo, a negarme, a despojarme, a morir; y cuando Cristo haya llegado a ser la sola vida mía, Tú, oh Padre, te complacerás amorosamente en mí.

Oh, mi Señor Jesús, estás en medio de nosotros y no te conocemos: eres el Cordero de Dios que borra los pecados del mundo y no te reconocemos.

martes, 19 de junio de 2012

Lectio Divina




Señor, Tú eres justamente el que me faltaba, y nunca habría osado esperar tenerte, tan maravilloso como eres. Yo pensaba hablar a Dios como hablo a un hombre.

Y he aquí que eres Dios que vive como un hombre... ¡Oh revelación de Dios al mundo!... ¡Oh Dios, Jesucristo! Para conocerte no necesito ya atormentarme; lo mejor es ser verdaderamente hombre. Pues has tomado mi naturaleza, nada hay humano que no puede convertirse para mí en religioso, es decir, en un lazo contigo.

Yo vengo a Ti con mi modo de pensar, porque ya, para conocer a Dios hecho hombre, lo mejor es tener ojos de carne e inteligencia humana. Vengo a Ti con mi modo de amar, oh Corazón sagrado, cuyos latidos palpitan al unísono conmigo... Vengo a Ti como a mi hermano, y en todo hombre -¡Oh maravilla!- puedo venerar a Dios. Vengo a Ti con mi manera de sufrir, ¡oh Cristo crucificado!, cuya sangre bebió la tierra y cuyos gemidos y repugnancias escucharon los hombres...

Vengo a Ti con mi modo de orar, porque Tú tienes labios para responderme, porque has tenido por madre a una mujer de la tierra como la he tenido yo...

Vengo a Ti con mis mismos pecados, ¡oh Cordero de Dios venido para quitarlos y borrarlos en el instante mismo en que los has tomado sobre Ti!

Oración a la Trinidad


¡Oh Dios mío, Trinidad a quien adoro! Ayúdame a olvidarme totalmente de mí, para instalarme en Ti, inmóvil y serena, como si mi alma estuviera ya en la eternidad. Que nada pueda turbar mi paz, ni hacerme salir de Ti, mi Dios inmutable, sino que cada momento me sumerja más adentro en la profundidad de tu Misterio. Pacifica mi alma, haz en ella tu cielo, tu morada más querida y el lugar de tu descanso. Que nunca te deje solo allí, sino que esté por entero allí contigo, alerta en mi fe, en total adoración y completamente entregada a tu Acción creadora. 
¡Oh mi Cristo amado, crucificado por amor! Quisiera ser una esposa para tu Corazón; quisiera cubrirte de gloria; quisiera amarte... hasta morir de amor. Pero conozco mi impotencia, y te pido que me revistas de ti mismo, que identifiques mi alma con todos los sentimientos de tu alma, que me sumerjas en Ti, que me invadas, que ocupes Tú mi lugar, para que mi vida no sea más que una irradiación de tu Vida. Ven a mí como Adorador, como Reparador y como Salvador. 
¡Oh Verbo eterno, Palabra de mi Dios! Quiero pasar mi vida escuchándote, quiero ser toda oídos a tu enseñanza para aprenderlo todo de Ti. Y luego, en medio de todas las noches, de todos los vacíos y de toda mi ineptitud, quiero vivir con los ojos clavados en Ti sin apartarme nunca de tu inmensa luz. ¡Oh mi Astro querido! Fascíname de tal manera, que ya nunca pueda apartarme de tu divina irradiación. 
¡Oh Fuego abrasador, Espíritu de Amor! Ven a mí para que se produzca en mi alma una especie de encarnación del Verbo: que yo sea para Él una humanidad de recambio en la que Él pueda renovar todo su misterio. 
Y Tú, ¡oh Padre!, inclínate sobre esta pobre y débil criaturita tuya. Cúbrela con tu sombra, y no veas en ella más que a tu Hijo predilecto, en quien has puesto todas tus complacencias. 
¡Oh mis Tres, mi Todo, mi eterna Bienaventuranza, Soledad infinita, Inmensidad donde me pierdo! Me entrego a Ti como víctima. Sumérjete en mí para que yo me quede inmersa en Ti, en espera de ir a contemplar en Tu luz el abismo de toda Tu grandeza. 
Elevación a la Trinidad,  Beata Isabel de la Trinidad




"Más estima Dios en ti el inclinarte a la sequedad y al padecer por su amor que todas las consolaciones y visiones espirituales y meditaciones que puedas tener."

San Juan de la Cruz 

lunes, 18 de junio de 2012



El alma que confía plenamente en Dios no puede perder la paz. 
El alma que sabe que Dios la ama no puede perder la paz.
El alma que conoce la misericordia de Dios no puede perder la paz.

El alma que no pierde la paz, que se muestra ecuánime y equilibrada, vive ya en el mundo sobrenatural.

Nada adverso la hiere, su vista está fija en Dios, que todo lo puede y la ama.

Corazón de Jesús: 


Conservadme la paz en medio de mis dolores
Sostenedme para conservar la paz en mis sufrimientos
Reinad en mi para vivir la paz

Que tu paz me inunde de alegría
Que tu paz me fortalezca
Que tu paz gobierne las almas y el mundo

Práctica:

No te intranquilices por pequeñeces
No te irrites por nonadas 
Conserva tu paz ante las mil contrariedades que constantemente nos trae la vulgaridad de la vida cotidiana.

domingo, 17 de junio de 2012

Oración humilde y confiada


Señor, te ofrezco mi pasado y lo confío a tu misericordia, esperando ser perdonado sólo por tu bondad; no intentaré excusarme, ni asegurarme del pasado presentándote algún mérito, alguna buena acción, reparación o resolución buena; tanto para el pasado como para el futuro me remito a tu misericordia.



Me pongo delante de Ti, oh Dios santo, con el recuerdo doloroso de mi pecado y de la traición al amor, con la certeza de mi fragilidad e impotencia, pero confiando en tu amor maravilloso, nunca harto y que nunca me ha faltado. ¡Ten piedad de mí! Desconfía de mí, estate a mi lado, porque sabes lo reacio y caprichoso que soy apenas aflojas la vigilancia. Sin embargo, Señor, no aprietes más allá de mis fuerzas, que son débiles hasta el ridículo; tómame como soy y como estoy hecho, para rehacerme a tu modo y ser así capaz de seguir tu voluntad.

Ni siquiera oso decirte que te quiero. Querría podértelo probar, pero mira que ya para eso necesito de Ti: no puedo amarte sin que Tú me ames. Oh Dios, crea en mí un corazón nuevo... Haz de mí un verdadero hijo, digno del Reino y de la promesa, un hijo sobre el que caiga tu sangre, en el que circule tu vida... Sé que no tengo fuerza... estáte siempre conmigo, trabaja conmigo, combate en mí. Señor, me ruborizo al ofrecerte mi amor contrito.

sábado, 16 de junio de 2012

Inmaculado Corazón de María


“Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón; a quien la abrace le prometo la salvación y serán queridas sus almas por Dios, como flores puestas por Mí para adornar Su trono.” 

"No te desanimes. Yo nunca te dejaré.  Mi Inmaculado Corazón será tu refugio y el camino que te conducirá a Dios.” 

Nuestra Señora de Fátima

Acerquémonos al Corazón del Señor Jesús


Acerquémonos al Corazón del Señor Jesús, y exultaremos y nos regocijaremos en Él. ¡Cuán bueno y suave es habitar en este Corazón! Es el tesoro escondido, la perla preciosa que encontramos, oh Jesús, al ir profundizando en el campo de tu Cuerpo. ¿Quién rechazará esta perla? Al contrario, por ella daré todos mis bienes; dejaré a cambio todas mis preocupaciones, todos mis afectos. Todas mis preocupaciones las abandonaré en el Corazón de Jesús: Él me bastará y proveerá sin falta a mi subsistencia.

Es en este templo, en este Santo de los santos, en esta arca de la alianza, donde vendré a adorar y alabar el nombre del Señor: "Tu siervo ha encontrado su corazón, decía David, para orar a mi Dios". También yo he encontrado el Corazón de mi Señor y mi Rey, de mi hermano y amigo. ¿No oraré? Sí, oraré porque, lo digo con toda audacia, su Corazón es mío. Oh Jesús, dígnate aceptar y escuchar mi oración. Hazme entrar todo entero en tu Corazón. Aunque la deformación por mis pecados me prive de entrar en Él, puesto que este Corazón, por un amor incomprensible, se ha dilatado y ensanchado, Tú me puedes recibir y purificar de mi impureza. Oh Jesús, lávame de mis iniquidades para que , purificado por Ti, pueda habitar en tu Corazón todos los días de mi vida para ver y hacer tu voluntad. Si tu costado ha sido traspasado es para que su entrada sea una gran abertura. Si tu corazón ha sido herido es para que, al abrigo de exteriores agitaciones, podamos habitar en Él. Y es también para que, en la herida visible, veamos la herida invisible del amor.

San Buenaventura, doctor de la Iglesia

jueves, 14 de junio de 2012



«Queridos amigos, que ninguna adversidad os paralice. No tengáis miedo al mundo, ni al futuro, ni a vuestra debilidad. El Señor os ha otorgado vivir en este momento de la historia, para que gracias a vuestra fe siga resonando Su Nombre en toda la tierra.» 


(Papa Benedicto XVI)
"Invocando el nombre de María, aunque nada merezcan los méritos de los que la invocan, interceden los méritos de la Madre, para que sea oído".

San Anselmo, padre de la "escolástica" y doctor de la Iglesia. 
Los "defectos" de Jesús

Primer defecto: Jesús no tiene buena memoria


En la cruz, durante su agonía, Jesús oyó la voz del ladrón a su derecha: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino». Si hubiera sido yo, le habría contestado: «No te olvidaré, pero tus crímenes tienen que ser expiados, al menos, con 20 años de purgatorio». Sin embargo Jesús le responde: «Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso». Él olvida todos los pecados de aquel hombre. La parábola del hijo pródigo nos cuenta que éste, de vuelta a la casa paterna, prepara en su corazón lo que dirá: «Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros». Pero cuando el padre lo ve llegar de lejos, ya lo ha olvidado todo; corre a su encuentro, lo abraza, no le deja tiempo para pronunciar su discurso, y dice a los siervos, que están desconcertados: «Traed el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en la mano y unas sandalias en los pies. Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío había muerto y ha vuelto a la vida; se había perdido y ha sido hallado». Jesús no tiene una memoria como la mía; no sólo perdona, y perdona a todos, sino que incluso olvida que ha perdonado.



Segundo defecto: Jesús no sabe matemáticas

Si Jesús hubiera hecho un examen de matemáticas, quizá lo hubieran suspendido. Lo demuestra la parábola de la oveja perdida. Un pastor tenía cien ovejas. Una de ellas se descarría, y él, inmediatamente, va a buscarla dejando las otras noventa y nueve en el redil. Cuando la encuentra, carga a la pobre criatura sobre sus hombros. Para Jesús, uno equivale a noventa y nueve, ¡y quizá incluso más! ¿Quién aceptaría esto?. Cuando se trata de salvar una oveja descarriada, Jesús no se deja desanimar por ningún riesgo, por ningún esfuerzo. 


Tercer defecto: Jesús no sabe de lógica

Una mujer que tiene diez dracmas pierde una. Entonces enciende la lámpara para buscarla. Cuando la encuentra, llama a sus vecinas y les dice: «Alegraos conmigo, porque he hallado la dracma que había perdido». ¡Es realmente ilógico molestar a sus amigas sólo por una dracma! ¡Y luego hacer una fiesta para celebrar el hallazgo! Y además, al invitar a sus amigas ¡gasta más de una dracma! Ni diez dracmas serían suficientes para cubrir los gastos... Jesús, como conclusión de aquella parábola, desvela la extraña lógica de su corazón: «Os digo que, del mismo modo, hay alegría entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta».


Cuarto defecto: Jesús es un aventurero

El responsable de publicidad de una compañía o el que se presenta como candidato a las elecciones prepara un programa detallado, con muchas promesas. Nada semejante en Jesús. Su propaganda, si se juzga con ojos humanos, está destinada al fracaso. Él promete a quien lo sigue procesos y persecuciones. A sus discípulos, que lo han dejado todo por él, no les asegura ni la comida ni el alojamiento, sino sólo compartir su mismo modo de vida. A un escriba deseoso de unirse a los suyos, le responde: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza».

El pasaje evangélico de las bienaventuranzas, verdadero «autorretrato» de Jesús, aventurero del amor del Padre y de los hermanos, es de principio a fin una paradoja, aunque estemos acostumbrados a escucharlo: «Bienaventurados los pobres de espíritu..., bienaventurados los que lloran..., bienaventurados los perseguidos por... la justicia..., bienaventurados seréis cuando os injurien y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos».

Pero los discípulos confiaban en aquel aventurero. Desde hace más de dos mil años y hasta el fin del mundo no se agota el grupo de los que han seguido a Jesús. Basta mirar a los santos de todos los tiempos. Muchos de ellos forman parte de aquella bendita asociación de aventureros. ¡Sin dirección, sin teléfono, sin fax...!


Quinto defecto: Jesús no entiende ni de finanzas ni de economía

Recordemos la parábola de los obreros de la viña: «El Reino de los Cielos es semejante a un propietario que salió a primera hora de la mañana a contratar obreros para su viña. Salió luego hacia las nueve y hacia mediodía y hacia las tres y hacia las cinco.., y los envió a sus viña». Al atardecer, empezando por los últimos y acabando por los primeros, pagó un denario a cada uno.

Si Jesús fuera nombrado administrador de una comunidad o director de empresa, esas instituciones quebrarían e irían a la bancarrota: ¿cómo es posible pagar a quien empieza a trabajar a las cinco de la tarde un salario igual al de quien trabaja desde el alba? ¿Se trata de un despiste, o Jesús ha hecho mal las cuentas? ¡No! Lo hace a propósito, porque -explica-: «¿Es que no puedo hacer con lo mío lo que quiero?, ¿O va a ser tu ojo malo porque yo soy bueno?».

Y nosotros hemos creído en el amor

Pero preguntémonos: ¿por qué Jesús tiene estos defectos?
- ¡Porque es Amor!. El amor auténtico no razona, no mide, no levanta barreras, no calcula, no recuerda las ofensas y no pone condiciones.


Autor: Cardenal Francisco Xavier Nguyen Van Thuan

miércoles, 13 de junio de 2012



"Tratamos con un Dios que es infinito en poder y riquezas. No le pidamos cosas ruines y mezquinas, sino cosas muy altas y grandes. Pedir a un rey poderoso un céntimo vil, sería sin duda una especie de injuria. ¿Y no lo será hacer lo mismo con nuestro Dios? Aunque seamos pobres y miserables y muy indignos de los beneficios divinos, sin embargo, pidamos al Señor gracias muy grandes, porque así honramos a Dios, honramos su misericordia y su liberalidad, porque pedimos, apoyados en su fidelidad y en su bondad y en la promesa solemne que nos hizo de conceder todas las gracias a quien debidamente se las pidiere. Pediréis todo lo que queráis y todo se hará según vuestros deseos."

San Agustín



De nada me servirán los placeres terrenales ni los reinos de este mundo. Prefiero morir en Cristo Jesús que reinar en los confines de la tierra. Todo mi deseo y mi voluntad están puestos en aquel que por nosotros murió y resucitó. Se acerca ya el momento de mi nacimiento a la vida nueva.

Por favor, hermanos, no me privéis de esta vida, no queráis que muera; si lo que yo anhelo es pertenecer a Dios, no me entreguéis al mundo ni me seduzcáis con las cosas materiales; dejad que pueda contemplar la luz pura; entonces seré hombre en pleno sentido. Permitid que imite la pasión de mi Dios. El que tenga a Dios en sí entenderá lo que quiero decir y se compadecerá de mí, sabiendo cuál es el deseo que me apremia.

El príncipe de este mundo me quiere arrebatar y pretende arruinar mi deseo que tiende hacia Dios. Que nadie de vosotros, los aquí presentes, lo ayude; poneos más bien de mi parte, esto es, de parte de Dios. No queráis a un mismo tiempo tener a Jesucristo en la boca y los deseos mundanos en el corazón. Que no habite la envidia entre vosotros. Ni me hagáis caso si, cuando esté aquí, os suplicare en sentido contrario; haced más bien caso de lo que ahora os escribo.

Porque os escribo en vida, pero deseando morir. Mi amor está crucificado y ya no queda en mí el fuego de los deseos terrenos; únicamente siento en mi interior la voz de una agua viva que me habla y me dice: «Ven al Padre.» No encuentro ya deleite en el alimento material ni en los
placeres de este mundo. Lo que deseo es el pan de Dios, que es la carne de Jesucristo, de la descendencia de David, y la bebida de su sangre, que es la caridad incorruptible. 

No quiero ya vivir más la vida terrena. Y este deseo será realidad si vosotros lo queréis. Os pido que lo queráis, y así vosotros hallaréis también benevolencia. En dos palabras resumo mi súplica: hacedme caso. Jesucristo os hará ver que digo la verdad, él, que es la boca que no engaña, por la que el Padre ha hablado verdaderamente. Rogad por mí, para que llegue a la meta. Os he escrito no con criterios humanos, sino conforme a la mente de Dios. Si sufro el martirio, es señal de que me queréis bien; de lo contrario, es que me habéis aborrecido. 

San Ignacio de Antioquía, obispo y mártir, padre de la Iglesia



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